20 abr. 2024

Latidos que aterrorizan a los progresistas

Cuando hace décadas las grandes tabacaleras del mundo comenzaban a luchar con todas sus fuerzas para evitar que las cajetillas de cigarrillos incorporen imágenes sobre el efecto del tabaco en la salud humana, tenían claro que observar la realidad con detalles golpeaba más fuerte que los discursos entre los consumidores y potenciales clientes.

Sabían que el impacto de fotografías reales sería mucho más perjudicial para la próspera industria que las frases que obligatoriamente ya estaban incluyendo en sus productos, como “Fumar produce cáncer” o “Fumar perjudica gravemente la salud”.

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La fuerza de la realidad, de la verdad, podríamos decir, se imponía y comenzaba a erosionar los altos niveles de ventas sostenidos por la poderosa maquinaria publicitaria de las tabacaleras.

Algo parecido viene ocurriendo en la actualidad en países de gobiernos autodenominados “progresistas”, como España, Estados Unidos y otros, que están dispuestos a hacer “la guerra” y hasta tomar medidas represivas y totalitarias con tal de impedir que datos e información objetiva desmoronen el discurso ideológico que sostienen y con ello otros intereses ligados de tipo político y económico; los que siempre existen.

Es el caso del Gobierno socialista español que está en contra de que mujeres que tienen la idea o intención de abortar tengan la posibilidad de escuchar los latidos del corazón del feto y de verlo a través de un ecógrafo.

Hace unos meses en Castilla y León se aprobó un protocolo que establece que los médicos deben ofrecer a las embarazadas, incluidas las que quieran abortar, la posibilidad de escuchar el latido del corazón del feto, recibir asistencia sicológica específica y acceder a una ecografía 4D del niño/a por nacer.

El objetivo del polémico protocolo es ofrecer mayor información a la mujer antes de tomar una decisión tan dramática como irreversible y hasta peligrosa para su salud física y sicológica.

El repudio hacia este protocolo por parte de políticos progresistas y de organizaciones que están a favor de esta cuestionable práctica tiene una sencilla razón: evitar que la realidad supere la teoría.

En efecto, tienen claro que escuchar el latido del corazón, el ver al hijo/a moviéndose y desarrollándose como cualquier ser humano en crecimiento quiebra todo discurso ideológico, diluye el cliché feminista repetido sin reflexión y hasta hace tambalear cualquier desinformación a la que fueron sometidas muchas madres respecto a este tema.

Es decir, se busca evitar que un sonido real, no inventado; que unas imágenes en vivo, no falsas, lleguen hasta la mujer a la que han convencido de que lo mejor es eliminar a su hijo/a. ¿Quieren realmente a la mujer libre e informada para tomar semejante decisión?

No critican una prohibición. Cuestionan que las madres accedan a un dato objetivo que perjudica su proyecto ideológico. Es deshonesto y hasta macabro. Es más fácil eliminar a un ser humano cuando no se lo ve; más simple convencer a una joven que se trata de un cúmulo de sangre mientras no escucha un corazón que late o mira el rostro del hijo/a.

Cuenta la enfermera española María González, hoy llamada María del Himalaya, que su trabajo en una prestigiosa clínica abortista en Madrid entró en crisis cuando vio los restos de una minúscula mano humana que debía arrojar a la basura.

Si como sociedad rechazamos la verdad y buscamos obstaculizar el acceso al hecho objetivo y/o científico, con tal de imponer teorías e ideologías de moda o políticamente correctas, vamos por mal camino. Una senda de deshumanización.

La próxima semana en varios países se celebra el Día del Niño/a por Nacer. Una oportunidad para volver a reflexionar no solo sobre el drama del aborto, sino también la necesidad de retomar el valor, la belleza y la dignidad de la vida de todo ser humano, incluso la más invisible o aparentemente inservible.

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