Creo que hay dos mentalidades: la que espera un mejor Paraguay para las personas, y la que prepara a las personas para tener un mejor Paraguay. Entender la diferencia nos lleva por dos caminos muy diferentes.
El país en sí mismo no alcanza la mejoría, quienes evolucionan son las personas. Podemos construir el entorno ideal y, sin embargo, si descuidamos preparar a los habitantes ese mismo contexto puede ser descuidado, destruido y mal administrado en un corto plazo. Seremos los mismos irresponsables solo que en proporciones más grandes.
Si no elevamos nuestra mentalidad, entonces seguiremos sucumbiendo diariamente a nuestra peor faceta: “Ahí nomás tirá”, “Nadie llega a hora”, “Que otro haga”, “Tenés que ser más vivo”, “No es tan ilegal”, “Agarrá, nadie se va a dar cuenta”, “¿Para qué formás fila?”, “A mí, ¡qué me importa!”, “¿Para qué vas a denunciar?”, “Ni la hora te van a dar”, “Dale una propinita y te va a acelerar las cosas”, “Me gusta tu vestido, mamita”, “A esos hay que arrearles”.
Muchas veces, la crisis no es económica, ¡es de valores! Lo que terminaremos haciendo es solo escalar la mediocridad. Ser violentos en casas más lindas; ser evasores con empresas más grandes; causar accidentes en estupendas autopistas; graduar a estudiantes con un nivel mediocre en instituciones de gran porte; disponer de hermosas bibliotecas públicas que se empolvan; tener 75% de la población sedentaria con gimnasios en cada esquina…
Ya lo dijo Jesús mucho tiempo atrás: “Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes; pero si son deshonestos en las cosas pequeñas no actuarán con honradez en las res-ponsabilidades más grandes”. Contundente.
¿Qué clase de mentalidad se precisa? Una que ejecuta su tarea y posterga la gratificación; una entrenada en limpieza no como castigo, sino como cultura de excelencia; una que piensa en el grupo y no solo en su ego; una que fue instruida en no tocar lo que no es suyo; una que se enfoca en la prevención y no en la curación; una que fue educada en cuidar los recursos naturales y no en derrocharlos; una que fue estimulada a encontrar soluciones divergentes.
En suma, la próxima vez que digamos: “Quiero un mejor Paraguay”, examinemos en cómo vamos en la administración de las cosas pequeñas.