25 abr. 2024

Las corporaciones del poder real

Hace poco más de una década, el sociólogo Tomás Palau Viladesau (1944-2012) se quejaba, en una conversación telefónica con este cronista, de que los medios masivos escritos —entre ellos, este diario, en donde fue columnista— ya no requerían sus profundos conocimientos y opiniones con respecto a la realidad social del país, por lo demás, siempre inmerso en conflictos políticos de diversa envergadura y escenificación.

Sospechaba, con inocultable razón, que sus posiciones acerca de la gangsteril matriz de la clase dominante paraguaya lo aislaban de los debates mediáticos en torno a los asuntos del Estado y de la sociedad, pues entonces la totalitaria razón neoliberal se estaba apoderando definitivamente de los medios locales a costa de su dimensión social y en favor de una lógica comprometida solo con los proyectos oligárquicos a los que Palau combatía desarmándolos, desnudándolos en su carácter ideológico, además de pragmático, con las herramientas de las ciencias sociales.

Tal fue el bloqueo de la crítica de Palau en el establishment periodístico, que uno de sus ensayos breves esenciales —definitivamente uno de los más actuales para el contexto nacional— se publicó en una revista argentina en octubre del 2010, menos de dos años antes de muerte: “La política y su trasfondo. El poder real en Paraguay”. En este artículo (que se puede leer en la web y en el libro póstumo Es lógico que una sociedad agredida se defienda), Palau señala aspectos de la estructura económica y social del Paraguay que, ahora mismo, nos resultan absolutamente visibles en el contexto de un Estado inficionado hasta la médula por el crimen organizado, pero también por el conservadurismo cultural y, hay que decirlo, por la mediocridad manifiesta para los asuntos estatales, públicos.

Cita Palau cuatro grupos dominantes que (surgido durante la Colonia, el primero; el segundo y el tercero, bajo el paraguas de la dictadura de Stroessner; el cuarto, en esta democracia restringida) dominan el poder real en este país, a saber: ”la oligarquía ganadera, los narcos, los empresaurios y las multinacionales”.

No deberíamos engañarnos ante esto. Como bien notó el sociólogo, de uno de estos grupos o de la combinación de ellos han salido siempre los gobiernos colorados del post-stronismo, incluido el actual. La excepción (que algunos consideran fue el fin de la transición democrática y un caso también parcial, por estar asociado a otros sectores de dicha oligarquía, en este caso, liberales), la constituyó el gobierno de coalición de Fernando Lugo, es decir, el que empujó en el 2009 a Horacio Cartes a afiliarse a la ANR para recuperar, con su dinero malhabido, el poder político perdido por parte del ”poder real” heredado del stronismo.

Un elemento transversal que también es un legado colorado en su versión stronista es la corrupción que permea las actividades de estos cuatro grupos delictivos que no se asumen como tales (sino todo lo contrario: exigen admiración y pleitesía de reyes) y dominan la economía y la política paraguayas. Pero mejor citemos textualmente a nuestro autor fallecido hace diez años: “Si bien los seudoempresarios surgidos de las prebendas políticas otorgadas por el dictador descuellan por sus habilidades en este ámbito (el de la corrupción), el hecho de que todo se puede conseguir en el país si uno tiene dinero ha convertido a la mayoría de los ganaderos en estafadores, a la mayoría de los empresarios en evasores, y a los exportadores en infractores permanentes de las normas ambientales, sanitarias y laborales”.

Cuando una sociedad agredida, como la campesina, indígena y trabajadora, se defiende por el costo de vida o por la desigualdad rampante (como sucede ahora en Inglaterra o en Ecuador), los representantes estatales de los intereses ganaderos, narcotraficantes, contrabandistas, empresariales y multinacionales diseñan la represión con leyes, policías y militares. Lo anómalo es, como a menudo sucede hoy en Paraguay, que una sociedad no se defienda como sea de los embates corporativos de estos grupos del poder real.

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