18 abr. 2024

Las cenizas de Chovoreca

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

Es primavera... pero la primavera no ha llegado a Chovoreca, el legendario cerro y monumento natural del pueblo indígena Ayoreo en el desolado norte del Chaco, con unas 247.150 hectáreas de extensión.

Allí ahora todo es tierra negra y muerta. Apocalypse Now. Desierto de carbón. Restos de árboles agonizantes que extienden sus muñones al cielo también color de plomo. Lo que hasta hace pocas semanas era un hermoso paraíso... se ha transformado en un horroroso infierno.

Como si fueran fantasmas cubiertos de hollín, un grupo de sabios ancianos recorren el territorio arrasado por los incendios. En los rostros se advierten el intenso dolor y la profunda tristeza. “Ya no reconozco en dónde estamos. Este ya no es el lugar en donde nuestros padres nacieron y cazaron con tanta felicidad”, dice el anciano Igaubi.

La foto del líder garaigosode Enrique Pebi caminando en un laberinto de troncos quemados, publicada en la portada de Última Hora del miércoles 25, resulta estremecedora. “Ya no hay cantos de pájaros, ya no hay música de hojas bailando en el viento”, describe Pebi. Cenizas de Chovoreca. Cenizas del Paraíso.

Este ha sido el incendio más grande de toda la historia del Chaco paraguayo. Un total de 293.310 hectáreas de campos y bosques –según los datos oficiales del Instituto Forestal Nacional (Infona)– arrasados por el fuego, por la inconsciencia humana, por la inutilidad o el desinterés de organismos del Gobierno y del Estado, por la avaricia de un sistema que privilegia el lucro y en que, en lugar de proteger, destruye lo poco que queda de la naturaleza.

Aunque en el Paraguay es habitual realizar “quemas controladas” de campos entre agosto y octubre para facilitar la renovación de pastos para el ganado, de un tiempo a esta parte estos incendios se salen cada vez más de control. La intensa y continua deforestación, que transforma los bosques chaqueños en extensas sabanas, rompe el equilibrio natural y la posibilidad de delimitar las quemas. Los nuevos campos ganaderos y los cultivos que se extienden sin que el Estado haga cumplir los límites establecidos en la ley, provocan que las lluvias y las sequías sean cada vez más apocalípticas. Una simple chispa puede hacer arder el mundo.

La directora del Infona, Cristina Goralewsky, cree que el ecosistema del Chaco tardará al menos seis años en comenzar a recuperarse tras los incendios que destruyeron gran parte del Parque Nacional Río Negro, la Reserva Tres Gigantes en el Pantanal Paraguayo y el Monumento Cerro Chovoreca. Enrique Pebi y los ancianos ayoreos creen que no. “Han matado muchos animales y plantas que ya no van a volver”.

El ambientalista Miguel Lovera, de la oenegé Iniciativa Amotocodie, estima que de las 3.000 a 4.000 especies nativas de plantas que se encontraban en estos territorios, tras el incendio apenas podrán prosperar entre 100 y 200 especies. Se potencian las especies capaces de sobrevivir en tierras altamente salinizadas, secas y de baja fertilidad.

Existe una gran preocupación acerca del destino de los últimos ayoreos totobiegosode o silvícolas en aislamiento voluntario que habitan la región de Chovoreca. No se sabe cuánto les pudo afectar el fuego descontrolado, si han podido huir del infierno y lograr sobrevivir. De ser así, ¿cuánto de territorio les queda para conservar su peculiar forma de vida sin contacto?

En Asunción un voluntarioso grupo de ciudadanos se moviliza con mucha convicción y energía para evitar que sean talados 164 árboles del Jardín Botánico ante las obras de un viaducto. En Chovoreca, Río Negro y Tres Gigantes son asesinados no cientos, sino millones de árboles, pero no se ven cadenas humanas rodeando el territorio, ni airados manifiestos en medios de comunicación. Solo los cantos de lamentos de los ancianos ayoreos que casi nadie ve, que casi nadie escucha.

Los ayoreos nos llaman “coñones” a los hombres blancos. Significa: “gente que hace cosas estúpidas o sin sentido”. Sabiduría ancestral.

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