Relanzando los contenidos del pasaje evangélico propuesto hoy por la liturgia, el Papa hizo presente que «Jesús viene a Nazaret, donde había crecido».
Por tanto, prosiguió el Pontífice, «la gente lo recibe bien, y cuando fue a la sinagoga, escucharon». Pero «Jesús no habla de sí mismo directamente: usa la palabra de Dios. Siempre, cuando Jesús quiere decir algo importante, usa la palabra de Dios; también cuando quiere ganar al diablo —pensemos en las tentaciones en el desierto— usa la palabra de Dios».
El Evangelio, afirmó el Papa, nos cuenta que Jesús «lee este pasaje del profeta Isaías donde se preanuncia el tiempo del Mesías». «Entonces empezó a decir Jesús: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”».
Pero «a este punto —hizo notar Francisco— la primera palabra-puente, digamos, de la alegría a otra cosa, de la paz a la guerra: “¿no es este el hijo de José?”». Y Jesús «recoge el desafío y responde: “Seguramente me vais a decir el refrán: médico, cúrate a ti mismo. Hazlo, hazlo».
Pero «Jesús les explica: “En verdad, yo os digo: ningún profeta es bien recibido en su patria”. Pero delante de esta actitud Jesús callaba. Lo llevaron al borde de la mañana para tirarlo».
«Esto nos enseña que cuando está esta forma de actuar, de no querer ver la verdad, queda el silencio», afirmó el Papa, explicando: «El silencio que vence, pero a través de la cruz. El silencio de Jesús. Pero cuántas veces en las familias empiezan las discusiones sobre la política, el deporte, el dinero y una vez y otra y esas familias terminan destruidas, en estas discusiones en las cuales se ve que el diablo está ahí que quiere destruir». Silencio, es la sugerencia de Francisco: «Decir lo suyo y después callar. Porque la verdad es mansa, la verdad es silenciosa, la verdad no es ruidosa. No es fácil, lo que ha hecho Jesús; pero está la dignidad del cristiano que está anclada en la fuerza de Dios».
(Frases extractadas de http://www.vatican.va)