20 ago. 2025

La sífilis y el condón

Por Gustavo A. Olmedo B.

La prevalencia de la sífilis en Paraguay es 4 de cada 100 habitantes. La enfermedad de transmisión sexual (ETS) afecta principalmente a jóvenes de entre 15 a 24 años. La promiscuidad y la falta del uso del condón inciden en el crecimiento de este número, informó el Ministerio de Salud Pública (MSP). El tema adquirió ribetes de polémica al mencionarse que la postura de la Iglesia Católica en contra del uso del condón se torna un impedimento para la campaña con respecto a la enfermedad, según indicó una alta funcionaria ministerial.

Por un lado, es difícil creer que por la posición de esta institución, los jóvenes católicos –que se supone son los que atienden sus indicaciones– estén haciendo caso omiso a la campaña del MSP. Es como decir que estos feligreses tienen relaciones casuales y son promiscuos, pero todo ello sin usar preservativos, por obediencia religiosa. No tiene sentido. Tampoco lo tiene el pensar que aquellos que no pertenecen a esta religión rechacen su uso por influencia eclesial.

Además, hoy en día es imposible suponer que algún joven no acceda a la información necesaria sobre el uso del látex por el simple hecho de que la citada institución no esté de acuerdo con su utilización. Hay difusión y distribución en colegios –incluido católicos–, calles, medios de comunicación, plazas, etc.

Pero, por otro lado, y es lo más grave, parece ser que nadie quiere ir al fondo de la cuestión. Si las causas son la promiscuidad y la falta de uso de preservativos, ¿por qué se evita hablar de la primera, y solo se opta por lo fácil: regalar condones indiscriminadamente?

Ninguna campaña contra las ETSs será eficaz si no se insiste, de manera científica y sistemática, sobre la abstinencia y la fidelidad (pareja única) como mecanismos principales de protección. En Uganda tuvo resultados sorprendentes. Además, debatir sobre la promiscuidad, sus orígenes y consecuencias no debería tomarse solo como una cuestión moral o de mentalidad retrógrada. Hay razones sociales, sicológicas y antropológicas detrás de esta forma de vida, con fuerte impacto en la salud pública.

Mientras no miremos a la persona en su totalidad, y no solo como un animal instintivo, y no seamos capaces de hablar con claridad sobre los peligros que también conlleva el llamado “sexo seguro” con preservativos, nada de esto cambiará. A la larga, no será un condón el que salve a los jóvenes de la sífilis y el sida, sino la consciencia de su dignidad, del valor de su cuerpo, de las exigencias de su humanidad; en definitiva, el uso adecuado de su razón e inteligencia. Valdría la pena no subestimarlos al respecto.