29 may. 2025

La mies es mucha, los obreros pocos

Padre Víctor Urrestarazu<br>"En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.” Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia..."<br>Mateo 9,36-10,8<br>Nos refiere el Evangelio de la Misa algo que debió de ocurrir muchas veces mientras el Señor recorría ciudades y aldeas predicando la llegada del Reino de Dios: al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, se conmovió en lo más hondo de su ser, porque andaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor, profundamente desorientadas. Sus pastores, en lugar de guiarlas y cuidarlas, las descarriaban y se portaban más como lobos que como pastores. Jesús, dirigiéndose a los discípulos, dijo: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Como hoy, los obreros son pocos en proporción a la tarea. Hay mies que se estropea porque no hay quien la recoja; de ahí la urgente necesidad de cristianos alegres, eficaces, sencillos, fieles a la Iglesia, conscientes de lo que tienen entre manos. Y esto nos concierne a todos, pues el Señor necesita de trabajadores y estudiantes que sepan llevar a Cristo a la fábrica y a la Universidad, con su prestigio de buenos profesionales y con su apostolado; de profesores ejemplares y que enseñen con sentido cristiano, que den su tiempo a los alumnos con generosidad y sean verdaderos maestros; de hombres y mujeres consecuentes con su fe, en cada actividad humana; de padres y madres de familia que se preocupen por la fe de sus hijos, que intervengan en las asociaciones de padres en los colegios, en el vecindario.<br>Ante tanta gente desorientada, vacía de Dios y llena sólo de bienes materiales o de deseos de tenerlos, no podemos quedarnos al margen. Aun bajo una capa de indiferencia, en el fondo de sus almas, las gentes están sedientas, hoy también, de que se les hable de Dios y de las verdades que conciernen a su salvación. Si los cristianos no trabajamos con sacrificio en ese campo, sucederá lo que anunciaron los Profetas: quedará destruida la cosecha, la tierra en luto; porque el trigo está seco, desolado el vino, perdido el aceite. Confundíos, labradores; gritad, viñadores, por el trigo y la cebada. No hay cosecha. Dios esperaba esos frutos y se perdieron por desidia de quienes tenían que cuidarlos y recogerlos.<br>Las palabras que nos dirige el Señor en el Evangelio -la mies es mucha, pero los obreros pocos- nos han de llevar a examinarnos cada día, preguntándonos: ¿qué he hecho hoy por dar a conocer a Dios?, ¿a quién he hablado hoy de Cristo?, ¿qué he hecho por el apostolado?, ¿me preocupa la salvación de quienes me rodean?, ¿soy consciente de que muchos se acercarían al Señor si yo fuera más audaz y más ejemplar en el cumplimiento de mis deberes?<br>Las excusas que nos pueden surgir para no llevar a otros a Cristo son abundantes: falta de medios, de la suficiente preparación, de tiempo, lo reducido del lugar donde se desenvuelve nuestra existencia o la enormidad de las distancias de la gran ciudad en la que vivimos..., pero el Señor nos sigue diciendo a todos, y muy especialmente en este tiempo de tantos abandonos, que la mies es mucha, y los obreros pocos.<br>