La victoria del candidato presidencial de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, resultó un duro golpe para el Partido de los Trabajadores, que ahora debe hallar una forma de reconstruirse.
El PT, la fuerza que definió política brasileña durante gran parte de las últimas 2 décadas, sigue siendo dirigido por su fundador de 73 años. Pero la organización se ve amenazada por las divisiones internas y concentra su fuerza en una región que está muy lejos del centro del poder económico del país. El daño va más allá de la derrota electoral que sufrió el candidato Fernando Haddad, quien perdió por un margen de 10 puntos porcentuales en el balotaje del fin de semana. Para millones de brasileños, el PT se convirtió en sinónimo de corrupción y mala gestión. Durante los mandatos del partido en los últimos años estalló el mayor escándalo de sobornos en la historia de la nación, se produjo la peor recesión económica desde la Gran Depresión y la delincuencia en las calles subió a niveles alarmantes.
La reacción fue severa. El ex presidente Lula da Silva, a quien Barack Obama llegó a calificar como el político más popular de la Tierra, cumple una condena de 12 años por corrupción. Su sucesora, Dilma Rousseff, quien fue designada por el propio ex líder sindical, se vio forzada a abandonar el poder por acusaciones de violar leyes presupuestarias. El enfado se tradujo en apoyo a Bolsonaro, que logró un número considerable de votos entre trabajadores de bajos ingresos, afrobrasileños y estudiantes universitarios que durante mucho tiempo fueron los principales partidarios del PT. REUTERS