“Antes tenía que cocinar para mis clientes en una olla grande. Ahora una chiquita ya alcanza”, cuenta doña Mary, una de las permisionarias de las casillas donde se venden almuerzo y minutas. Al igual que muchos comerciantes de la ciudad coincide en lo mismo: la actividad económica está parada en Pilar y existe poca circulación de dinero a causa de la inundación.
“Solía tener un ingreso de G. 500.000 por día. Ahora apenas es G. 70.000 y mi gasto es de G. 150.000. Trabajo a pérdida”, dice doña Mary. En los pasillos del mercado municipal se ve poco movimiento. “La situación en Pilar está difícil. Solo vendemos las frutas”, dice Bernarda Pereira, desde su puesto en la vereda, donde alterna la venta de toallas, vestimentas y frutas frente al popular centro de compras de la capital de Ñeembucú.
Varios trabajadores que están al frente de sus negocios explicaron el motivo por el cual existe poco movimiento económico. Al anegarse los caminos del interior del departamento, los compradores de esas zonas ya no llegan a Pilar. “Estamos sentados todo de balde acá. No vendemos nada”, contó Mario Miño, un comerciante que esperaba clientes en el mercado.
Aunque las ventas bajaron drásticamente, no se dieron casos de despidos en los locales comerciales. “Hace poco me preguntaron si tenía un lugar para alguien que necesitaba trabajo. Le respondí que con suerte no estoy despidiendo todavía gente”, contó Myrian, responsable de un negocio de venta de ropas.
La población no despega los ojos del río y está en permanentemente alerta a su actividad y la resistencia de los muros; sobre todo esperan que la altura de las aguas no alcance los 9,20 metros. Si eso ocurriera, Manufactura de Pilar, uno de los pulmones económicos importantes de la localidad, detendría su actividad. “Cuando pare de subir el río seguiremos sintiendo el impacto. Ahora por lo menos está llegando ayuda desde otros lugares”, contó Alberto Rojas, un funcionario de la fábrica textil.
En el barrio Colinas de Pilar, que se caracteriza por tener varias carnicerías, también están preocupados. Varios negocios cerraron sus puertas al ser atrapados por la crecida de la laguna cercana, y otros siguen atendiendo, aun con el agua en sus puertas. “Mediante la arena y las bolsas que nos trajeron, podemos seguir trabajando”, reveló Dilma Díaz, encargada de una carnicería. Al lado, Mencia Correa alterna la venta de carnes con otros artículos en su despensa. “Bajó muchísimo la venta. No pido más mercaderías porque estamos bajo agua ya”, expresó.
También el sector de la construcción fue golpeado. Las obras grandes están detenidas y solo se realizan trabajos menores. “Hace dos meses que no estoy trabajando. Tenía muebles y aberturas preparando y se paró todo. Mis hijos tienen venta de comida y con eso aguantamos”, contó Édgar Defelice, quien se dedica a la carpintería.
Alfredo Stete, intendente de Pilar, admitió la recesión económica en su ciudad y el departamento. “Las ventas bajaron entre 60 y 70%. Existe mucha escasez de dinero que se acentuó con esta situación. Ese día que llovió 400 milímetros, mucha gente perdió sus cosas”, relató.
La situación económica ataja los trabajos. Ojalá que la inundación sea hasta acá. Édgar Defelice, carpintero.
La gente de la campaña no puede venir por la inundación, y no tenemos ventas. Teresa Beloso, vendedora del mercado.