Por otra parte, la cultura en su concepto más amplio es el gran patrimonio de los pueblos, lo que parece ignorar el intendente de Montevideo y buena parte de su fuerza política al proponer la sustitución de la calle Paraguay por el nombre de Mario Benedetti.
El cuestionamiento no hace a la figura del escritor compatriota ni responde a temas personales que puedan teñir esta posición de excesiva subjetividad. Menos aún, que podamos negar a la sociedad y a los individuos el derecho a desacralizar referencias que la modernidad impulsa naturalmente.
Sin embargo, propuestas de esta naturaleza no tienen en cuenta la historia, la buena relación que debe existir entre estados hermanos y la importancia de lo cultural que ambos pueblos comparten. El propio Benedetti viene en nuestro auxilio cuando advierte sobre los dos peligros de los que debe cuidarse el hombre nuevo: El “de la derecha cuando es diestra y el de la izquierda cuando es siniestra”.
Veamos: El jerarca municipal y su fuerza política ¿acaso ignoran que el 5 de setiembre se cumplen 200 años del ingreso de Artigas al Paraguay, donde murió luego de 30 años de convivir en tierra guaraní?; ¿no saben que la plaza principal de Asunción lleva el nombre de Plaza Uruguaya?; ¿no conocen que hace 93 años la escuela Artigas, es el único colegio público de Uruguay en el exterior y el primer centro educativo mixto de Asunción donde se forman cerca de 200 alumnos de entre 4 y 12 años, bajo la dirección de una maestra uruguaya?; ¿que esa escuela es una donación de Paraguay a Uruguay, en gratitud a la devolución de los trofeos de guerra de la ignominiosa Triple Alianza que enfrentó en el siglo XIX a los paraguayos contra las tropas de Brasil, Argentina y Uruguay?; ¿están informados que importantes calles de Asunción llevan el nombre de José Enrique Rodó, Treinta y Tres Orientales, Máximo Santos y en particular los de Luis Alberto de Herrera y Eduardo Víctor Haedo, defensores de la dignidad histórica del pueblo paraguayo?
Ignorar esto, sería asistir a un envenenamiento de la lucha política producto de la ignorancia y la ideología. El intendente y sus ediles deberían asumir la importancia de nuestra relación con el pueblo y el Estado paraguayo, rectificar el camino y no exponerse a consolidar con esta propuesta, al decir de Umberto Eco, “ una intolerancia salvaje imposible de ser criticada y mantenida a raya con argumentos racionales”.
El Uruguay se ha caracterizado por mantener siempre una presencia activa en el concierto internacional, una aptitud propia de sus gobiernos y de su pueblo. Es así que Montevideo es fundadora de la Red de Mercociudades, miembro de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas, sede durante casi dos décadas de la Secretaría Técnica Permanente e integrante de la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, de la que ocupa la Secretaría Regional de América Latina y el Caribe.
Las preguntas surgen solas: ¿Cómo es posible que todo ese esfuerzo se contradiga con una decisión de quitarle parcial o totalmente el nombre del Paraguay a una de sus calles céntricas?; ¿es eso razonable y amistoso con un país que comparte con el Uruguay raíces, historia y profundos afectos? Con ese criterio, una política que nunca aplicaríamos sería proponer el cambio del nombre de la calle Venezuela por el mismo escritor o sustituir la designación de la Plaza Cuba por el de algún notable pensador o intelectual uruguayo.
Los candidatos del Frente Amplio para las elecciones de setiembre deberían pronunciarse. El silencio en este caso es más censurable que la infeliz propuesta del intendente Di Candia y de sus ediles. Por otra parte, una buena contribución puede ser la opinión del edil y ex intendente Arana que en estos temas no suele improvisar.
La política tiene tres horas dramáticas que involucran a los gobernantes: La hora de la soberbia, la del conflicto y de la duda y la de la humildad. La democracia es el reloj que marca los tiempos de rotación en el poder. Solo aspiramos a que la hora de la duda y la humildad pueda facilitar una rectificación del camino iniciado. La política exterior del Uruguay, la cultura y el sentir del pueblo uruguayo volverían a su cauce. Y el Paraguay sentiría el respeto y el cariño de un pueblo hermano como lo sentimos todos. Es más, si Benedetti pudiera ser consultado, seguramente no apoyaría esta iniciativa.