Uno de estos casos, y que conmovió a toda la opinión pública, se registró el domingo pasado, en horas de la noche, cuando un grupo de motociclistas agredió brutalmente al conductor de un automóvil sobre la ruta Acceso Sur, en la ciudad de San Antonio, Departamento Central.
El conductor, que en estos momentos todavía se recupera en un hospital, había chocado accidentalmente contra un biciclo, que era conducido por un menor de edad, el que se habría adelantado por el lado izquierdo. El mismo detuvo la marcha para asistir al joven, pero al ver la reacción de los demás miembros del grupo de motociclistas –que se encontraban en el lugar haciendo carretas clandestinas– intentó alejarse del lugar, pero no logró escapar y fue alcanzado por la turba.
Los agresores lo rodearon, golpearon su vehículo e ingresaron a él para darle patadas hasta dejarlo inconsciente; también le robaron sus pertenencias.
También tuvo cierta repercusión el caso de asesinato con dos disparos de arma de fuego de una persona que dormía a la intemperie, sobre un banco de madera en una parada de ómnibus. El hombre asesinado era un indígena de 29 años de edad, se llamaba Lorenzo Silva Arce, era de la ciudad de Tacuatí y sobrevivía en las calles reciclando basura para poder comer.
Lo que más llama la atención de este caso es la indiferencia de las autoridades para investigar y aclara este caso, que muy posiblemente se haya tratado de un crimen de odio. Y si no fuera por algunas organizaciones sociales, que realizan actos de recordación en el lugar del asesinato para reclamar justicia, Lorenzo Silva Arce ya habría sido olvidado.
Los paraguayos sostenemos un Estado incapaz de formular y sostener políticas públicas que puedan dar bienestar a la población. Es un Estado que permite que una niña indígena de 14 años viva en la calle, siendo explotada y abusada, sin que las instituciones hagan algo para protegerla de los abusos y de la violencia.
Agresividad e impaciencia, además de intolerancia, son la moneda común en nuestros comportamientos cotidianos, en la calle o en el tránsito. En todos los casos se puede decir que nuestro comportamiento como ciudadanos tiene el común denominador de la impunidad. Cada quien hace lo que quiere, porque ve el ejemplo que dan los gobernantes. Por eso, hay paraguayos que aprovechan para tirar sus bolsas de basura al raudal; y por eso, en plena epidemia de dengue hay quienes no se aseguran de que en sus patios no se críen mosquitos, porque básicamente no les importa la suerte del vecino; como tampoco ceden el paso al peatón, porque la amabilidad y el respeto son atributos cada vez más raros de encontrar.
Lo que se construye con tanta corrupción e impunidad, y tan escasa justicia, es una sociedad que acepta pasivamente la violencia y la intolerancia.