05 ago. 2025

La gente quiere mimos

Los números, plenos de gestos y movimientos, contrastan con el bullicio infantil que inunda el cumpleaños. Los mimos, antes una rareza, ahora son requeridos para todo tipo de acontecimientos, desde aniversarios infantiles hasta encuentros empresariales.

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Revista Vida

Los alumnos de la carrera de Teatro de la Universidad Católica estaban completando una encuesta que les aseguraron iba a ser anónima. Pero una de las preguntas era: "¿A qué se dedica?”. Cuando llegó a ella, uno de los encuestados exclamó: “Ahora todos van a saber quién soy”. El que lo dijo era Luis Martínez, más conocido como Mimolucho, el único artista de sus características en Paraguay en ese entonces.

El caso es verídico y tuvo como escenario el teatro Lezcano de la UC, durante un recreo, en 1989. Lucho era el único mimo paraguayo conocido por esa época. Pero después de 25 años, la situación es diferente. Los artistas de las mímicas se están volviendo populares y sus actuaciones son demandadas por un público creciente y de cualquier edad.

De la mayor cantidad de pedidos de mimos, y también de magos, malabaristas, zanquistas (que en el interior todavía son conocidos como tonys), da fe Gabriela Cañete, productora de Panambí Espectáculos, una empresa compuesta por artistas profesionales, dedicada a presentar números en reuniones de todo tipo, incluidos cumpleaños infantiles. “Nos llaman de todas partes”, afirma.

El grupo que integra es una conjunción de actores, músicos y malabaristas que tuvo su origen en Lambaré, con Che Burrito, un elenco dirigido por Moncho Azuaga. El lugar también les sirvió de escuela en diferentes técnicas actorales, entre ellas la pantomima. Pero la formación recibida incorporaba también lecciones de malabarismo, zanquismo, danza y música, entre otros.

En un principio

Un día, hace nueve años, los artistas tuvieron la idea de llevar más allá sus actuaciones y formar una empresa que ofreciera sus números a quienes quisieran contratarlos para animar reuniones privadas. “Con Alcides Silva (compañero e integrante del grupo) nos preguntamos por qué no hacerlo como una empresa, que lleva servicios y animación a eventos”, recuerda Leticia.

Así nació Panambí Espectáculos, una iniciativa que ya tenía antecedentes en la compañía formada por Blas Alcaraz, un pionero en las actuaciones privadas. Otro adelantado, y también formador, fue el ya citado Mimolucho, fuente de inspiración para estos jóvenes que querían ampliar su horizonte artístico.

Pero la experiencia de los integrantes del grupo se forjó en el teatro callejero, en donde la interacción con el público, la cercanía con los espectadores y el entorno del escenario y el personaje les dieron las herramientas que faltaban.

‘“Al principio actuábamos en la calle, en espacios públicos, y después les entregábamos nuestras tarjetas a la gente para que nos conozca”, cuenta Leticia Sosa Luraghi, coordinadora del elenco. En el cartoncito de presentación se consignaban el nombre del grupo y la oferta para actuar en acontecimientos.

Esta forma de darse a conocer tuvo éxito, y gracias al teatro tenían los contactos necesarios. Probaron como mimos y las llamadas empezaron a llegar. “Decíamos que queríamos hacer algo diferente, y al preguntar qué nos proponían, la gente pedía según sus gustos. Crecimos con payasos, zancos, bailarines, músicos y artistas de circo”, relata Leti.

Público difícil

La pantomima no es popular en Paraguay y es casi desconocida como manifestación artística. Entonces, ¿cómo lograron estos artistas que la gente los aceptara? El que responde es Rodrigo Sosa Luraghi, hermano de Leticia y miembro de Panambí Espectáculos, quien confiesa que incorporaron a sus espectáculos de mimos elementos de otras disciplinas para que la gente se sienta atraída.

“Tratamos de encajar en una demanda que pide la intervención de mimos, pero no con esos números que antes veíamos, sino adaptados a las circunstancias y al festejo del momento. Por eso hacemos una mezcla de cosas, utilizamos los llamados silenciosos, el teatro invisible, la improvisación propia del teatro callejero”, explica.

El artista resalta que el público paraguayo es diferente al rioplatense o al brasileño, aunque es receptivo, también es introvertido pero reflexivo, y se comunica en su propio lenguaje. Por eso, el mimo tiene que ir interpretando esas reacciones de la idiosincrasia paraguaya, recomienda Rodrigo.

Por supuesto, dentro de ese universo variopinto hay gente más abierta que otra y que se muestra más predispuesta que la que es más tímida; y es a estas últimas a las que se dirigen los actores, tratando de sacar lo que Leticia llama “esa sonrisa oculta”.

“Agasajamos al cumpleañero, animamos la fiesta, a los invitados, hacemos chistes. De la improvisación surgen cosas, por ejemplo, referentes a las comidas. Le guiamos a la gente para que cante el Cumpleaños feliz, hacemos el trencito, todo con gestos y movimientos corporales”, señala Rodrigo.

La idea es llegar a las personas más difíciles, pero la receptividad es la misma en niños y adultos. Y como cualquier espectáculo, el éxito depende mucho de la predisposición del público para mantener una comunicación constante. “Si no hay predisposición del otro lado, es muy difícil para el mimo crear ambiente”, admite Rodrigo.

Leti agrega que la gente se cansó de los cumpleaños tradicionales, y que ahora “quiere innovar, quiere propuestas locas; por ejemplo, personajes que hagan de mozos, tiren las bandejas y empiecen a bailar, quieren personajes de películas, de cuentos, de piratas”.

La variedad de posibilidades es tan grande como la imaginación de los artistas y los requerimientos de los clientes, lo que obliga al mimo a estar en la búsqueda permanente de nuevos elementos de comunicación, a improvisar con los elementos que encuentra en ese escenario específico.

“Una plaza es diferente a un lugar cerrado, una fiesta de etiqueta a una farra de empresas. El mimo se nutre de los elementos de los escenarios, va renovando constantemente sus puestas”.

Arte corporativo

Con el tiempo, las actuaciones trascendieron hacia otros públicos. “Las empresas se dieron cuenta de que este es un elemento bastante alegre, que la presencia del mimo podía darle distinción a sus eventos. Creo que eso contribuyó para que se pueda desarrollar esta vena de opción que está creciendo”, agrega Rodrigo.

La duda no se centra en si la demanda de números de pantomima está en auge —algo que parece fuera de discusión a juzgar por el éxito de los grupos y por la cantidad creciente de estos— sino en si la receptividad de un auditorio restringido a acontecimientos privados pueda trasladarse a otro público, uno que prefiera espectáculos de mimos en un teatro.

“El análisis es complejo si queremos determinar si a partir de nuestros espectáculos podría crecer la demanda de números de pantomima”, afirma Rodrigo. Para el artista, existe una audiencia que prefiere asistir a teatro de revistas antes que, por ejemplo, a una presentación de teatro experimental.

La ausencia de un elenco nacional de teatro, en el que se puedan desarrollar las diferentes modalidades artísticas también es un obstáculo para quienes aspiran a popularizar un espectáculo poco conocido aún en el país, y que hasta ahora se considera que está dirigido a un público minoritario y elitista.

Pero mientras tanto, los artistas paraguayos llevan alegría y cultura con sus números de baile, música, malabaristas, zancos, pruebas circenses y mimos a un público ávido de espectáculos. Parece poco, pero es un buen gesto.

Fotos: Fernando Franceschelli.