Al volver del monte Tabor, donde se manifestó la gloria divina en la Transfiguración, Jesús se encuentra con una discusión entre sus discípulos y una gran muchedumbre. Un hombre trajo a su hijo poseído por un demonio mudo y los discípulos del Maestro no pudieron curarle.
Muchas veces Dios parece esconderse y los hombres tenemos que enfrentarnos con problemas que superan nuestras posibilidades. Quiere poner a prueba nuestra fe, la fe que mueve montañas y manifiesta la amistad con Dios. Esta es la gran preocupación de Jesús: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18,8).
Y así el Señor le dice directamente al padre del endemoniado: te preguntas si puedo… “¡Todo es posible para el que cree!”. Se trata de un mensaje que vuelve varias veces a lo largo de los evangelios. A María el ángel le había dicho: “para Dios no hay nada imposible” (Lc 1,37) y a los apóstoles, desconcertados por la dificultad que los ricos entren en el reino de los cielos, les dirá: “para los hombres es imposible, pero para Dios no; porque para Dios todo es posible” (Mc 10,27).
Sabemos que Dios lo puede todo y, sin embargo, ¡cuántas veces nos parece que nos falta la fe! Por eso nos reconocemos en la exclamación de este padre: “¡Creo, Señor; ayuda mi incredulidad!”. Esta oración es una mezcla de fe y de incredulidad, perfecta manifestación de la fe de los hombres. De hecho cada vez que decimos “creo” no solo estamos manifestando nuestra fe, sino que la estamos pidiendo. Incluso la experiencia de perder la fe es una experiencia que en última instancia pertenece a la fe.
…“Aquel hombre siente que su fe vacila, teme que esa escasez de confianza impida que su hijo recobre la salud. Y llora. Que no nos dé vergüenza este llanto: es fruto del amor de Dios, de la oración contrita, de la humildad. [...] Se lo decimos con las mismas palabras nosotros: ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!” (San Josemaría, Amigos de Dios n. 204).
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/gospel/evangelio-lunes-septima-semana-tiempo-ordinario/).