Miles de jóvenes paraguayos se preparan para viajar al Brasil. La convocatoria: la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Río 2013, que se realizará del 23 al 28 de este mes. Esa cita iniciada con un encuentro promovido por el papa Juan Pablo II en 1984 dejó sus huellas en la vida de la Iglesia Católica, al punto de ganar periodicidad bianual.
Las jornadas que se llevarán a cabo en la capital turística del Brasil tienen su aliciente extra en que será el primer evento masivo fuera del Vaticano que tendrá el nuevo conductor de la Iglesia Católica, el papa Francisco. Y el condimento especial de que el primer sucesor de Pedro nacido en Latinoamérica tendrá su primer contacto como tal con “su gente”, la latinoamericana.
Todo cuanto logró generar de esperanza de savia nueva el excardenal Bergoglio con sus decisiones y actitudes en los primeros meses de su pontificado, genera también la ilusión de contar con el marco de una visión más humana y menos “vaticana” de la jerarquía católica.
Río 2013 puede ser un disparador de entusiasmo nuevo en la juventud latinoamericana que aún halla en la Iglesia Católica una senda para construir la sociedad más justa y más humana que, 2.000 años atrás, predicara el Dios hecho hombre en Galilea.
Las condiciones parecen ser especiales. El carisma y la vida sencilla del Pontífice, sumados a su abierta crítica a la estructura viciada de la curia vaticana y a los excesos de obispos, clérigos y fieles, abren sendas de ilusión para miles de jóvenes.
El llamado directo a una Iglesia pobre y para los pobres, la crítica a la ostentación que hacen miembros de la jerarquía católica cuando más de la mitad de los católicos del mundo viven en la pobreza (y muchos de ellos casi en la indigencia), permite un terreno fértil en la mente de los jóvenes comprometidos con su creencia y la doctrina de su Iglesia.
Para el Papa argentino será también esta cita una oportunidad para ratificar esa sencillez de pastor que entiende a su pueblo, que logró transmitir hasta ahora en los escasos meses desde que fue sorpresivamente electo por los cardenales de todo el mundo para timonear la barca católica ante una de sus más serias crisis, la renuncia (primera en medio milenio) de una papa (Benedicto XVI).
La posibilidad de que la Iglesia Católica halle con Francisco a la cabeza, y con los jóvenes en la vanguardia del combate del día a día en la vida cotidiana, una vía de reposicionamiento en la vida de la humanidad, es un faro en medio de un mundo cada vez más competitivo y consumista, dejando de lado el humanismo que debe presidir la vida de los humanos.
Pensar en este estadio puede no ser utópico. Si el Espíritu Santo dotó a un argentino de humildad y lo hizo Papa, toda utopía puede ser cumplida.