24 abr. 2024

La deuda en moneda extranjera pone en riesgo nuestra estabilidad

Desde hace varios años, muchos de los indicadores macroeconómicos empezaron a mostrar deterioro, lo que obviamente pone en riesgo la estabilidad lograda durante años y algunos avances como la expansión de las coberturas de servicios públicos y la reducción de la pobreza. Uno de estos indicadores es el rápido aumento de la deuda, lo que generó una señal de alarma en la Cepal esta semana porque, además, gran parte de la misma está en dólares. Un país que requiere endeudarse para pagar deuda anterior y que se endeuda en una moneda que no es la suya, claramente tiene riesgos, no solo macroeconómicos sino sobre todo para las personas y su bienestar presente y futuro. Es hora de que políticos y funcionarios públicos con poder decisión en el ámbito económico analicen las señales de alarma.

Una reciente reunión técnica en la Cepal sobre las proyecciones económicas regionales a partir de la pandemia del coronavirus dio cuenta del alto nivel de endeudamiento en dólares de Paraguay. Este problema no es menor frente a una economía altamente volátil por la dependencia de factores externos y la ralentización del crecimiento debido a que los factores que lo impulsaron en el pasado perdieron fuerza.

La demanda internacional de materias primas agrícolas cayó y con ello también los precios. Adicionalmente, la rápida expansión de tierras cultivadas ya no es posible, salvo acentuando los niveles de violencia, lo que en definitiva está ocurriendo si se observan los múltiples conflictos por la tierra, que anteriormente se habían concentrado en los campesinos y ahora se suman los indígenas.

En julio, el Fondo Monetario Internacional ya había dado otras señales de alerta señalando que el crecimiento se enlentecería y la cobertura del déficit público requería mejorar la calidad del gasto y aumentar los ingresos tributarios, dado que Paraguay tiene una presión tributaria igual a la del África Subsahariana. Para este organismo, la reforma tributaria del año pasado constituyó un primer paso positivo, pero posiblemente no sea suficiente para movilizar el ingreso interno.

Estos problemas no están aislados unos de otros. El sistema económico es un conjunto de partes en el que si una de estas tiene un desempeño malo o mediocre, afecta a las demás. Todo el sistema está integrado por personas cuyas vidas son afectadas de manera directa e intencionada por su funcionamiento y por cada una de las decisiones que tomen las autoridades económicas.

Este conjunto de problemas –alto nivel de endeudamiento y en moneda extranjera, déficit público creciente, bajos niveles de recaudación tributaria, frontera agrícola agotada, ralentización y volatilidad del crecimiento, excesiva dependencia de mercados internacionales y de factores climáticos– no ayudan a crear un contexto macroeconómico estable y mucho menos al desarrollo.

El endeudamiento creció a un ritmo superior a la capacidad de pago del país, lo que fue alertado desde el inicio por economistas y referentes de diversos sectores sociales, económicos y hasta religiosos.

La situación se agrava si además dependemos de una moneda externa para cumplir con los compromisos, que a esta altura son cada vez más altos en monto.

Hace rato ya entramos en el círculo perverso de tener que endeudarnos para pagar deuda, situación que se agrava si consideramos el resto del comportamiento de las variables macroeconómicas.

El Gobierno no debe olvidar que detrás de estos indicadores hay personas, a quienes terminan afectando sus decisiones.

A las alertas que se vienen señalando desde el entorno nacional, cada vez se suman más alertas de los organismos internacionales.

Es hora de que políticos y funcionarios públicos con poder decisión en el ámbito económico analicen las señales de alarma y las tomen en consideración a la hora de diseñar las políticas.

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