Es consejo de nuestro Señor es que no nos despreocupemos recíprocamente de nuestros pecados; no que busquemos qué reprender, sino que veamos lo que ha de corregirse. Dijo, en efecto, que solamente quien no tiene una viga en su ojo, lo tiene capacitado para quitar la paja del de su hermano. Qué sea esto lo voy a indicar brevemente a vuestra caridad. La paja en el ojo es la ira; la viga, el odio. Cuando reprende al airado quien siente odio, quiere quitar la paja del ojo de su hermano, pero se lo impide la viga que lleva en el suyo. La paja es el comienzo de la viga, pues cuando la viga se forma, al comienzo es como una paja. Regando la paja, la conviertes en viga; alimentando la ira con malas sospechas, la conduces al odio.
Grande es la diferencia entre el pecado del que se aíra y la crueldad del que odia. Aunque nos airamos hasta con nuestros hijos, ¿dónde se encuentra uno que los odie? Incluso entre las mismas bestias, a veces, la madre airada aleja con su cabeza al ternerillo que mama y le causa cierta molestia, pero lo envuelve en sus entrañas de madre. Parece que le causa fastidio cuando lo arroja; pero si le falta, lo busca.
Ni es otra la forma como castigamos a nuestros hijos, es decir, airados e indignados; pero no los castigaríamos si no los amáramos. No todo el que se aíra odia; hasta tal punto es cierto, que a veces el no airarse aparece como prueba de que existe odio. Suponte que un niño quiere jugar en el agua de un río, en cuya corriente puede perecer; si tú lo ves y lo toleras pacientemente, lo odias; tu paciencia significa para él la muerte. ¡Cuánto mejor sería que te airases y lo corrigieses, que no el dejarlo perecer sin indignarte! Ante todo, pues, ha de evitarse el odio; ha de arrojarse la viga del ojo.
Cosas muy distintas son el que uno, airado, se exceda en alguna palabra, que borra después con la penitencia, y el guardar encerradas en el corazón las insidias. Grande es, finalmente, la distancia entre las palabras de la Escritura: Mi ojo está turbado a causa de la ira. De lo otro, ¿qué se dijo?
Quien odia a su hermano es un homicida. Grande es la diferencia entre el ojo turbado y el apagado. ..
Si desprecias a tu hermano, escucha al menos a tu Dios: Quien se humilla, será exaltado. ¿No quieres humillarte tú que caíste? Hay gran diferencia entre el que se humilla y el que yace. Yaces ya en el suelo, ¿y no quieres humillarte? Con razón dirías: “No bajes”, si no hubieses querido ya derrumbarte.
Según el papa Francisco… “las etapas de este itinerario indican el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, con el fin de que no se pierda. Es necesario, ante todo, evitar el clamor de la crónica y las habladurías de la comunidad —esto es lo primero, evitar esto—”Repréndelo estando los dos a solas” (v. 15).
La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad y atención respecto a quien ha cometido una falta, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano. Porque, vosotros lo sabéis, también las palabras matan. Cuando hablo mal, cuando hago una crítica injusta, cuando “le saco el cuero” a un hermano con mi lengua, esto es matar la fama del otro... El objetivo es ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho, y que con su culpa ofendió no solo a uno, sino a todos. Pero también de ayudarnos a nosotros a liberarnos de la ira o del resentimiento, que sólo hacen daño: esa amargura del corazón que lleva a la ira y al resentimiento y que nos conducen a insultar y agredir. Es muy feo ver salir de la boca de un cristiano un insulto o una agresión. Es feo. ¿Entendido? ¡Nada de insultos! Insultar no es cristiano. ¿Entendido? Insultar no es cristiano“.
(Frases extractadas de http://www.iglesiasanjosemaria.org.mx/comentarios/ordinario_23vo ._dom_a.pdf - SAN AGUSTÍN (www.iveargentina.org) y http://www.vatican.va)