En la última semana, la cotización del dólar experimentó una importante caída de casi un 4% y es un cambio en la tendencia de lo que estábamos esperando para el comportamiento del tipo de cambio especialmente de cara al segundo semestre del año.
Un cambio de esta naturaleza merece un análisis de las causas, la sostenibilidad en el tiempo y los potenciales efectos colaterales en otros sectores.
A nuestro entender, las causas de este cambio de tendencia son varias.
En primer lugar, el superávit en el mercado de divisas será mayor al proyectado originalmente.
Los ingresos de divisas por exportaciones son mayores porque los precios de los commodities permanecieron en niveles elevados, la producción de soja fue muy buena y las exportaciones no tradicionales, especialmente las relacionadas con la maquila, crecen a tasas más elevadas.
Además, las entradas de capitales al país por la emisión de bonos y la inversión extranjera directa en actividades industriales, de construcción y emprendimientos inmobiliarios generan un importante ingreso de divisas adicional que no habían sido considerados totalmente. Por otro lado, las importaciones de bienes de consumo y de capital han experimentado una caída en el primer semestre.
Si bien la mayor parte de la caída de las importaciones está explicada por una reducción equivalente en la reexportación al Brasil a través de las ciudades fronterizas, también se observan reducciones en la importación de maquinarias y bienes de consumo, explicadas por una menor inversión en el sector agropecuario y en obras de infraestructura por parte del Estado.
En segundo lugar, a excepción del peso argentino, las demás monedas de la región se han fortalecieron o estabilizaron frente al dólar debido a una mayor claridad respecto al retiro de los estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal de los EEUU y a una mejor evaluación por parte de los inversionistas de las fortalezas y debilidades de los países para enfrentar la menor disponibilidad de capitales internacionales en los próximos años.
Por lo tanto, los capitales tienen un comportamiento menos errático y las monedas se estabilizaron. A finales del año pasado, existía mucha incertidumbre respecto a la forma en la cual se iban a ajustar los mercados emergentes a este nuevo escenario internacional.
Finalmente, y tal vez lo más importante, es que la tasa de inflación observada en nuestro país en los últimos meses ha estado consistentemente por encima del 5% que corresponde a la meta del Banco Central del Paraguay.
Con una cotización del dólar en G. 4.300 o menos para este segundo semestre, no sería necesario un reajuste del precio del gasoil, lo cual minimizaría el ajuste del pasaje y de las tarifas públicas en general. Además, esto implicaría una reducción en los precios de los productos importados y, de esta manera, la tasa de inflación cerraría el año en niveles inferiores a la meta del Banco Central del 5%.
Por lo tanto, en esta oportunidad, el Banco Central optó por validar una apreciación del guaraní para reducir la tasa de inflación.
Sin embargo, esta decisión no será gratuita.
La competitividad de la industria maquiladora de exportación, como la incipiente industria de autopartes, así como de la industria alimenticia que compite con las importaciones y los pequeños productores de sésamo, algodón, mandioca, frutas y verduras, etc., será negativamente afectada y desincentivará su expansión, reduciendo oportunidades de inversión y generación de empleos en estos sectores que han sido muy importantes.
En resumen, considerando los factores externos e internos y el sesgo de la política monetaria hacia el control de la inflación, esta reducción en el tipo de cambio tiene características de permanencia por lo menos para el resto del año. Ojalá los costos no sean tan altos y la economía pueda seguir creciendo sostenidamente.
(*) Economista de Desarrollo en Democracia (Dende), ex ministro de Hacienda.