Hoyos evocó a figuras clave del baile flamenco como “La Campanera”, “La Malena”, Carmen Amaya, Manuela Vargas o las argentinas Antonia Mercé (La Argentina), Encarnación López Júlvez y su hermana Pilar López en su intervención, bajo el título “Mis antecesoras, el lado femenino en el baile flamenco”.
Para ella, las bailaoras son “las grandes olvidadas de este arte”, pero no deberían serlo porque “siempre han bailado las mujeres”.
En su caso, reconoció que el flamenco es su “vida”, le ha “dado todo”, y admitió que después de todos estos referentes femeninos de la danza, ella llegó a los escenarios “repleta de complejos”.
Ahí es donde jugó un papel fundamental su padre, quien le aseguró que no todas las bailarinas habían sido modelos y siempre le decía: “baila un poquito, Tina”.
“Soñaba conmigo”, confesó Hoyos, que se refirió también al erotismo del baile.
“No hay nada más erótico” que el flamenco: “una mirada, un roce y ya está todo hecho”, apuntó, y añadió que para bailar tienes que hacer vibrar todo tu cuerpo, “desde los pelillos de la cabeza hasta los dedos de los pies”.
La bailaora interrumpió en más de una ocasión su disertación para bailar, recitar o “cantiñear” -porque, según ella, no sabe cantar- un fragmento de las “Canciones Populares” de Federico García Lorca.
Antes de concluir, parafraseó al cantautor español Joaquín Sabina: “que el fin del mundo me pille bailando a mi manera”, tras lo que se armó de su imprescindible mantón de manila y se marcó unos pasos flamencos.
Cristina Hoyos, que trabajó, entre otras, con la compañía de Antonio Gades y que actualmente preside el Museo de Arte Flamenco de Sevilla, se encuentra en Buenos Aires para recibir una colección de fotografías de las presentaciones del fallecido bailaor español en la capital argentina.
