13 feb. 2025

Irak abre un nuevo capítulo de incertidumbre tras la muerte de Sadam

La ejecución del ex presidente iraquí Sadam Husein, deseada por muchos y temida por otros, abre un nuevo capítulo de incertidumbre e inestabilidad en Irak, país desangrado por guerra civil anunciada desde que en abril del 2003 el dictador fuera depuesto.

A muchos le inquieta la pregunta "¿Qué país nos espera una vez que se desinfle el estallido de felicidad que ahora entusiasma a chiíes y kurdos, principales víctimas del tirano?”.

Nadie sabe a ciencia cierta que medidas prevé el Gobierno del exultante primer ministro, Nuri al-Maliki, para contener la previsible reacción de la comunidad suní, fiel aún al déspota de las dos caras, y evitar que ascienda al panteón de los mártires.

Aunque la fecha y la hora de la ejecución -al alba de la fiesta del Sacrificio “Aid al Adha”, la más importante del calendario musulmán- parece haber sido elegida con tino para amainar las reacciones, se antoja difícil que la figura de Sadam no se convierta en un icono de la lucha para los suníes iraquíes.

Venerado por muchos en vida, su muerte, y sobre todo, la manera en la que le ha sobrevenido -ahorcado tras un dudoso juicio en el día del sacrificio- puede transformarle en un símbolo poderoso por sí mismo para azuzar, aún más si cabe, el odio suní y la guerra civil en Irak.

Ya en vida, el propio tirano promovió su imagen como sucesor del famoso guerrero y líder musulmán Saladino, azote de los cruzados y adalid de los mahometanos.

“Para muchos musulmanes, laicos y religiosos, suníes y no suníes, no se trata de un acto de justicia, si no de venganza. Y en el mundo musulmán, todavía impera con fuerza el dicho ojo por ojo, diente por diente”, afirma un analista iraquí que prefiere no ser identificado.

La prueba de fuego será el entierro del propio dictador, que con toda probabilidad se realice fuera de Irak.

Hamad Humud, gobernador de la provincia de Salah al Din, cuna de Sadam Husein, reveló hoy a Efe que mantiene contactos con el Gobierno central para que el cadáver sea sepultado en su pueblo natal de Al Uya.

De momento, la vecina ciudad de Tikrit, bastión del tirano y gran parte de su camarilla en el poder, ha sido puesta en estado de máxima alerta.

Sus calles estaban hoy, día del Aid, inusualmente desiertas, solo marcadas por las pisadas de las botas y los fusiles de los cuerpos de seguridad del Gobierno chií-kurdo.

Sin embargo, todo apunta a que la opción elegida podría ser atender a la exigencia de la familia de Sadam, que ha reclamado el cuerpo para enterrarlo en Yemen.

Horas antes del ahorcamiento, Raghad Sadam, hija mayor del ex presidente, expresó el deseo familiar de que su padre sea enterrado en la capital yemení, Sana.

En declaraciones citadas por el canal de televisión por satélite árabe “Al-Yazira”, Raghad instó al Gobierno yemení a que “intervenga para que sea enterrado en Sana”, de forma temporal, hasta que “la salida de las tropas de ocupación del país”, permitan que sea sepultado con honores en Irak.

“Va a ser un trabajo titánico para el actual Gobierno intentar cegar el recuerdo de Sadam y evitar que se transforme, como los clérigos chiíes que mató, en un símbolo del martirio que atice el enfrentamiento”, agrega el analista.

El ex presidente iraquí, amigo durante un tiempo de occidente y enemigo después de aquellos que lo aceptaron como muro para detener la influencia de la revolución iraní en Oriente Medio, era consciente de ello.

Antes de subir al cadalso, altivo y desafiante, como fue su vida, lanzó un último mensaje de rebeldía al pueblo iraquí: “Levantaos contra el opresor”.

Una frase elegida con cuidado y que contiene una clara alusión a quienes Sadam Husein considera sus verdaderos enemigos y los reales enemigos del pueblo iraquí: los chiíes, convertidos según los suníes en los nuevos opresores. EFE