Los datos de la autoridad monetaria, el Banco Central del Paraguay, muestran que al mes de abril de 2024, la inflación general llegó al 2,8%, siguiendo la tendencia esperada de la meta de inflación para todo el año. Sin embargo, la inflación de alimentos ya acumuló 6,9%. Esto significa que para la población en situación de pobreza extrema, la meta de inflación ya fue superada. Para el resto de la población trabajadora, la situación no es mejor, ya que los alimentos tienen alto peso en la canasta de bienes y servicios.
Dentro del rubro alimenticio, los aumentos más resaltantes se observaron en los productos lácteos y en las hortalizas que siguen manteniendo una tendencia alcista. Asimismo, se registraron aumentos de precio en los cereales y derivados, como los identificados en los panificados, pastas alimenticias y arroz. Si bien los precios de la carne vacuna se redujeron, sus sustitutos, como la carne de aves, cerdo, pescado, menudencias y embutidos, experimentaron subas. Como se puede ver, los incrementos de precios se verifican en importantes rubros de la cultura gastronómica paraguaya.
La inflación tiene un alto contenido político y trae aparejada incertidumbre y sensación de vulnerabilidad porque es un fenómeno totalmente ajeno al control de las personas.
Esta sensación siempre viene acompañada de malestar social y desaprobación política. El Gobierno tiene instrumentos para enfrentar al menos una parte de las causas, pero como toda política debe decidir a quién beneficia.
La mayor parte de las instituciones con competencia en el tema, a pesar de que cuentan con presupuesto, están ausentes en la solución. Están tan ausentes que la situación no mejoró absolutamente nada ni en este gobierno ni en el anterior.
Los resultados son muy claros. Al no generarse ingresos en el sector rural, la reducción de la pobreza se estanca, mientras que la inflación de alimentos se mantiene, en promedio, mucho más arriba que la inflación general.
Las consecuencias indirectas son igualmente negativas. La expulsión del campo a la ciudad está generando un crecimiento casi insostenible del área metropolitana de Asunción y de otras urbes. La deficiente producción de alimentos pone en riesgo la seguridad y soberanía alimentaria, haciéndonos dependientes de otros países.
El contrabando y la precariedad de la agricultura familiar son el reflejo del fracaso político de muchas instituciones públicas, con una cantidad importante de autoridades políticas y funcionarios públicos que cobran salarios y gastan recursos públicos sin tener resultados.
No es el caso de otros ámbitos en que las instituciones están sobrepasadas y no cuentan con presupuesto suficiente para cumplir con los objetivos que la ley les otorga. En este, la institucionalidad pública tiene una serie de organismos, cada uno de ellos con diferentes funciones que si se coordinaran adecuadamente y sus funcionarios ejercieran sus responsabilidades con compromiso y honestidad, otro sería el resultado.
Es decepcionante observar cómo la desidia de los responsables conduce al fracaso de un amplio sector de la población en un problema que tiene solución. Solo es necesario que se movilice la voluntad política. Esperemos que en el corto plazo cambie esta situación.