08 may. 2024

Immanuel Kant y el nacimiento del idealismo moderno (Parte I)

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María Gloria Báez

Una de estas figuras “ilustradas” fue el filósofo alemán Immanuel Kant (1724–1804), conmemorando los 300 años de su nacimiento. Pensadores de siglos anteriores han tenido un impacto significativo en el campo de la filosofía, pero las contribuciones de Kant se encuentran, según muchos, entre las más influyentes y duraderas en la historia de la filosofía occidental. En cierto modo, el erudito de la Ilustración también fue un “hombre renacentista” por excelencia: Escribió sobre ética, religión, derecho, astronomía e historia. Asimismo, ejerció un efecto profundo en muchos movimientos filosóficos simultáneos y futuros, como el racionalismo, el empirismo, la metafísica, la epistemología y la estética. En sus obras por citar solo algunas de ellas, como ser Crítica de la razón pura-1781; Crítica de la razón práctica-1788 y Crítica del juicio-1799, esbozó sus puntos de vista sobre los principios éticos, así como sobre las normas y acciones morales (el llamado “imperativo categórico”); definió los límites del conocimiento (que proviene de la experiencia) y explicó cómo la lógica humana puede darle sentido al mundo. En su obra, Sobre la paz perpetua (Zum ewigen Frieden, ein philosophischer Entwurf)1795, sostiene que la paz estable solo puede lograrse cuando todas las naciones de la tierra sean repúblicas, gobernadas por ciudadanos que vean la seguridad de sus propiedades solo bajo el imperio universal de la ley y no por gobernantes propietarios que siempre puedan ver a un estado vecino como un potencial. La fuente clásica del idealismo moderno en la teoría de las relaciones internacionales es el ensayo citado en el párrafo anterior, en donde el filósofo alemán, aborda la cuestión de si la paz perpetua es dominio exclusivo de los hombres en sus tumbas. Como respuesta, delinea las condiciones necesarias para el establecimiento de la paz perpetua entre las naciones y sostiene que los estadistas están moralmente obligados a buscar esas condiciones, asegurando que estas eventualmente serán dadas. Él imagina que el mundo progresa lentamente hacia una federación de repúblicas independientes que mantienen la paz entre sí. En aspectos importantes, la Paz perpetua, de Kant constituye una ruptura fundamental con la tradición del realismo moderno iniciada por Maquiavelo y Hobbes. Lo más importante es su insistencia en que la moralidad debe guiar la política exterior. Sin embargo, no regresa al idealismo pre moderno. Por el contrario, sigue e incluso radicaliza la caracterización que hace Hobbes del statu quo como un estado de naturaleza. El énfasis de Kant en el bien que pueden hacer los filósofos, si se les permite expresarse libremente en público revela una confianza mucho mayor en el bien de la Ilustración que la que jamás tuvieron los idealistas premodernos. En la citada obra, establece seis arts. de paz perpetua, que en conjunto constituyen la primera sección del ensayo. Procede, en la sección segunda, a identificar tres arts. definitivos de paz perpetua, los cuales van seguidos de una serie de suplementos y apéndices. La distinción que Kant hace entre arts. preliminares y definitivos, deja claro desde el principio que considera el logro de esta como un proceso largo y gradual. Los arts. preliminares son los primeros pasos necesarios pero, son insuficientes para y hacia ese objetivo. Como bien expone en su explicación más sistemática de las relaciones internacionales, en la obra sobre filosofía jurídica y ética, La metafísica de las costumbres- 1797, los estados en sus relaciones exteriores, converjan en “un estado de naturaleza… por lo tanto, en una condición de guerra constante”. Debido a que no existe una autoridad jurídica común a la que pueda apelar en esta condición, un Estado, si “cree que ha sido perjudicado por otro Estado”, “tiene derecho a recurrir a la violencia”. Insiste en que, aunque ningún estado puede cometer injusticia contra otro en esta condición, dado que está “desprovisto de derecho”, la condición es “en el más alto grado injusta en sí misma”. Por lo tanto, los estados vecinos están “obligados a abandonar tal condición” en favor de “una federación de pueblos de acuerdo con la idea de un contrato social original, de modo que los estados se protejan unos a otros contra la agresión externa y se abstengan de interferir en los desacuerdos internos de los demás”.

Los seis arts. preliminares de la paz perpetua tienen como objetivo crear las condiciones bajo las cuales se puede formar tal federación. Adherirse a ellos es lo primero que deben hacer los Estados para cumplir con el deber de abandonar el estado de naturaleza. Estos, son los siguientes: 1. Ninguna conclusión de paz se considerará válida como tal si se hizo con una reserva secreta de material para una guerra futura. 2. Ningún Estado independiente, sea grande o pequeño, puede ser adquirido por otro Estado mediante herencia, intercambio, compra o donación. 3. Los ejércitos permanentes serán gradualmente abolidos por completo. 4. No se contraerá deuda nacional en relación con los asuntos exteriores del Estado. 5. Ningún estado interferirá por la fuerza en la constitución y el gobierno de otro estado. 6. Ningún Estado en guerra con otro permitirá actos de hostilidad que hagan imposible la confianza mutua durante un tiempo futuro de paz. Tales actos incluirían el empleo de asesinos o envenenadores, el incumplimiento de acuerdos y la instigación a la traición dentro del Estado enemigo. El primer art., parece ser una mera cuestión de semántica. Dado que la paz es por definición perpetua, siempre que cualquier parte en un acuerdo que ponga fin a las hostilidades hace una reserva secreta de material para una guerra futura, en realidad, la paz queda por ser concluida. Pero este artículo llega al corazón de la moralidad kantiana. Como explica en el segundo apéndice de “La paz perpetua”, “la fórmula trascendental del derecho público” consiste en la proposición de que “todas las acciones que afectan los derechos de otros seres humanos son incorrectas si su máxima no es compatible con su ser hecho público”. Como escribe en su obra “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”-1785, el deber moral fundamental, o imperativo categórico, es “actuar como si la máxima de tu acción se convirtiera, a través de tu voluntad, en una ley universal de la naturaleza”. Hacer una reserva secreta del material para una guerra futura al concluir un tratado de paz, sería violar este deber. El secreto de la acción indica que el actor no podría querer que todos los demás estados actúen de manera similar. Los arts., dos a cinco, tienen como objetivo obviar o mitigar las causas de la guerra. Los estados son sociedades de seres humanos y, por definición, no son posesiones que puedan transferirse entre príncipes. El significado práctico de este punto, sin embargo, es que la visión de propiedad que los gobernantes adoptan sobre sus estados causa conflicto y, lo que es más, va en contra de los derechos de sus súbditos, quienes, según la fórmula característica de la moral kantiana, deberían ser considerados no como meros medios sino como fines en sí mismos. La prohibición de ejércitos permanentes contemplada en el art. tres, apunta igualmente no sólo a disminuir la probabilidad de guerra sino también a proteger “los derechos del hombre sobre su propia persona”. Con respecto al primero, considera la acumulación de poder relativo de cualquier tipo, ya sea militar, financiero o diplomático, como una incitación a los vecinos. En el estado de naturaleza, equivale a una amenaza que desencadena “el derecho de ataque anticipado”. En relación a la protección de los derechos del hombre, distingue el hecho de que los ciudadanos se sometan voluntariamente a un entrenamiento militar periódico para protegerse a sí mismos y a su país, de “la contratación de hombres para matar o para ser asesinados”, lo que compara con el uso de hombres “como meras máquinas e instrumentos”. Un “ciudadano”, explica, “debe ser siempre considerado como miembro colegislador del Estado (es decir, no solo como un medio, sino también como un fin en sí mismo) y, por lo tanto, debe dar su libre consentimiento a través de sus representantes. No sólo a la realización de la guerra en general, sino también a cada declaración de guerra en particular”. El art. cuatro, tiene como objetivo combatir una innovación moderna, el sistema crediticio, que a Kant le preocupa que acabe con uno de los antiguos límites de la guerra: los recursos escasos. La prohibición, a que hace referencia el art. cinco, de interferir por la fuerza en la política interna de otro estado, excluye toda una categoría de guerra que, como veremos, no esperaríamos que Kant descartara. La anarquía interna de un estado, razona Kant, no equivale a un daño a otros estados. Por lo tanto, esos otros estados no tienen ninguna justificación para intervenir.

Aquí vemos el concepto de autonomía, tan central para la comprensión kantiana de las relaciones morales de los seres humanos, aplicado a los estados.

Si bien acepta que las guerras continuarán durante algún tiempo, insiste en el art. seis, en que la guerra se lleve a cabo de tal manera que no haga imposible la paz futura.

Ensayo

Con el Siglo de las Luces, que se inicia en la segunda mitad del siglo XVII extendiéndose durante 150 años, en la vida intelectual, científica y política de Europa, iniciando una nueva ola de razón, lógica y libertad de pensamiento; científicos, escritores y filósofos como Isaac Newton, Voltaire, Jean-Jacques Rousseau y muchos otros desarrollaron y promovieron una nueva conciencia al tiempo que desafiaron las doctrinas y tradiciones previamente aceptadas.

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