14 ene. 2025

Hora de abandonar el letargo

Apenas se vislumbra un tímido acercamiento público y un debate aún en pañales sobre los principales ejes de acción que esperan a las autoridades recientemente electas, con el fin de posicionar al país en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, amén de trazar las líneas prioritarias para generar riqueza y mantener la senda de crecimiento sostenido que le caracterizó en las últimas dos décadas

Algunos analistas hablan de claves y puntos neurálgicos a los que se enfrentará indefectiblemente el próximo gobierno y deberán ser atendidos desde agosto venidero, para que no le estallen bombas locales o bien exógenas, ya que la región también vive su propio caos con las crecientes demandas sociales que no esperan.

La atención a las cifras globales, a los indicadores frecuentemente expuestos por las calificadoras internacionales y los organismos multilaterales, son ciertamente la revisión del termómetro que calibrará la actividad local; pero también deberá ser atendida la voz del desamparo ciudadano, que tiene rostro humano y exige una mejor respuesta, ya que la microeconomía y el bolsillo pueden discurrir en relatos más simples, básicos, sin eufemismos… pero muy certeros a la hora de mostrar la cruda realidad de las familias paraguayas.

Sabemos que el nivel de endeudamiento público de los últimos años exhibe escenarios cada vez más preocupantes, porque lisa y llanamente es la factura a pagar de las futuras generaciones, frente a la necesidad de liquidez actual de las arcas para invertir en las obras de infraestructura prioritarias. Cifras cercanas al 40% del PIB en el pasivo de un Estado encienden cualquier alarma y la emisión de bonos soberanos ya tocó su techo, a sabiendas de que las tasas de interés se elevaron en los últimos tiempos.

También el déficit fiscal es un dolor de cabeza para cualquier gobierno, más aún cuando debe cumplirse la convergencia hacia el 1,5% en 2024 y con rémoras actuales en torno a los gastos extraordinarios que supuso enfrentar la pandemia, cuando se debieron movilizar más recursos de los ordinarios. Los compromisos deben seguir siendo honrados y la disciplina fiscal es la herramienta para evitar la debacle, materia en la que Paraguay –con sus luces y sombras– supo cumplir frente a la realidad distinta de los demás países de la región.

Aplicar más impuestos a quienes ya sostienen el grueso de los ingresos fiscales no será la solución: Nadie desconoce el gran nivel de evasión e informalidad, que fagocitan las posibilidades de disponer ese caudal para la inversión en infraestructura, descalzada en el tiempo y que obliga a sobrecostos en la logística comercial y de servicios.

Por otro lado, el horizonte que llevará a sentar en la mesa de negociación a los representantes paraguayos durante la revisión del Anexo C de Itaipú, se presenta incierto, sin una hoja de ruta clara desde la parte local; del otro lado se sentarán expertos en el arte de imponer pareceres y líneas directrices que solo beneficiarán al Brasil, como ya lo están aplicando en torno a la tarifa para el año pasado y para el presente, en detrimento de los intereses nacionales.

La industrialización y el verdadero ingreso a la economía del conocimiento continúan en sala de espera, aguardando mejores días, frente a un modelo que hace tiempo exige diversificar matrices: Seguir exportando materia prima solo atrasa las posibilidades de crecimiento, y un bono demográfico al que le es esquivo el empleo empuja hacia la desestabilización, toda vez que no haya respuestas adecuadas: La falta de trabajo es caldo de cultivo para mayor marginalidad y delincuencia.

Conciliar las respuestas a las circunstancias macro y microeconómicas es tarea de todo estadista. Aplicar las adecuadas políticas en favor de la mayor equidad social es el imperativo del momento. Si el próximo gobierno apunta fino, reencausará el sendero. Si no, la voraz bola de nieve actual seguirá creciendo y carcomerá las esperanzas de quienes depositaron su voto en las recientes elecciones.