15 jun. 2025

Hijos de Dios

Hoy meditamos el Evangelio, según San Marcos 3, 31-35.

A lo largo del Nuevo Testamento, la filiación divina ocupa un lugar central en la predicación de la buena nueva cristiana, como realidad bien expresiva del amor de Dios por los hombres: Ved qué amor nos ha mostrado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos.

Cuando vivimos como buenos hijos de Dios, consideramos los acontecimientos –también los pequeños sucesos de un día corriente– a la luz de la fe, y nos habituamos a pensar y actuar según el querer de Cristo.

La filiación divina no es un aspecto más de nuestra vida: define nuestro propio ser sobrenatural y nos señala la manera de situarnos ante cada acontecimiento: no es una virtud particular, que tenga sus propios actos, sino la condición permanente de nuestro ser, y empapa todas las virtudes.

El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy, dijo: “Nuestra mayor alegría es ser pastores, y nada más que pastores, con un corazón indiviso y una entrega personal irreversible. Es preciso custodiar esta alegría sin dejar que nos la roben. El maligno ruge como un león tratando de devorarla, arruinando todo lo que estamos llamados a ser, no por nosotros mismos, sino por el don y al servicio del “Pastor y guardián de nuestras almas”.

La esencia de nuestra identidad se ha de buscar en la oración asidua, en la predicación y el apacentar.

No una oración cualquiera, sino la unión familiar con Cristo, donde poder encontrar cotidianamente su mirada y escuchar la pregunta que nos dirige a todos: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y poderle responder serenamente: “Señor, aquí está tu madre, aquí están tus hermanos. Te los encomiendo, son aquellos que tú me has confiado”. La vida del pastor se alimenta de esa intimidad con Cristo”.

(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0069.htm y http://es.catholic.net/op/articulos/12324/cat/331/la-verdadera-familia-de-jesus.html#modal)