10 may. 2024

Hermana Regina Sian: “Yo soy doctora de los casos perdidos”

Su vida está dedicada a Dios y a ayudar a los adictos al alcohol, a las drogas, al juego y a otros vicios. A los 92 años, prosigue su misión con mucha fuerza.

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Patricia C. Benítez
carbenitez@uhora.com.py

En una cálida mañana, la hermana Regina Sian recibió al equipo de ÚH en su espacio de trabajo, en la residencia de la congregación Pequeña Hermana Misionera de la Caridad, obra de Don Orione.

El lugar está ubicado en Lambaré, pero como ella misma dice “con la oración, puedo estar en cualquier parte del mundo”, sostiene la religiosa que permanece en silla de ruedas desde hace ocho años.

Con 92 años de vida, se destaca como asistente social, recibida en el Instituto de Servicio Social Juan XXIII de Reconquista, provincia de Santa Fe, Argentina. Una universidad asuncena también la nombró doctora honoris causa por su labor. “Yo soy doctora de los casos perdidos”, expresa.

La hermana Regina nació en Formosa, Argentina, en 1932. A los 22 años entró a la congregación y fue destinada a trabajar en un seminario en Navarra (España).

Desde pequeña persistía en ella convertirse en monjita, pues sus hermanas eran pupilas en el colegio, pero esa idea iba y venía conforme iba creciendo.

A su regreso de España, contactó con el Consejo Argentino de Alcoholismo (CADA). De esto hace más de 20 años. Allí comenzó una tarea de difusión del concepto alcoholismo-enfermedad.

Especialista en el tema, con más de veinte años de experiencia, para ella este es un trabajo largamente negado por la sociedad y postergado por las autoridades en su verdadera dimensión. A su criterio, el alcoholismo es la enfermedad que más gente mata, sea de cirrosis o a causa de accidentes de tránsito, suicidios o crímenes pasionales, demencia alcohólica y otros diagnósticos. “Aún la sociedad tiene un poderoso estigma-tabú sobre el alcoholismo”, resalta.

Promotora de la formación de grupos de Alcohólicos Anónimos (A.A.) a lo largo del país, en Paraguay se la considera como fundadora de la organización que actualmente ya tiene 48 años en el país. Es presidenta honoraria de la Asociación de Prevención y Rehabilitación de Enfermo Alcohólico de Paraguay (APREA), que cuenta con una clínica modelo para el tratamiento del alcoholismo en Asunción. Fue declarada Mujer del Año en 1986 por el Órgano de las Naciones Unidas.

“Hay cantidad de casos en los que los enfermos y sus familias desconocen su enfermedad y se pierden enormes esfuerzos dando tratamientos inadecuados. O dando posibilidades para que toda una fauna de inescrupulosos lucre con estos enfermos sin darles soluciones efectivas”, destaca.

La hermana comenta que la familia misma hace negaciones de esta situación. “Por ejemplo, una madre no quiere tener un hijo borracho, una mujer no quiere tener un marido borracho y aparece el círculo de negación”, indica.

TESTIMONIOS

Durante la conversación con la hermana Regina llegó un hombre que dejó de beber hace 40 años. Esta persona comentó que llegó a A.A. a los 26 años, gracias a su padrino de casamiento. “Creaba muchos problemas en mi casa, lo que me trajo dificultades económicas, laborales, familiares y sociales. Cada fin de semana, la bebida me transformaba en otra persona. No me daba cuenta de lo que estaba pasando”, cuenta.

“Después de reunirme con el grupo y escuchar experiencias de otros con el mismo problema, yo me di cuenta y pude superarlo, no solo con el alcohol, sino también el cigarrillo y el juego de azar”, continuó. La misión que le quedó luego de recuperarse es formar nuevos grupos de ayuda.

La religiosa también expresa lo que ella interpreta como un milagro. Cierto día estaba en un programa televisivo, dio su número de teléfono y a altas horas de la noche la llama angustiado un hombre, desesperado por dejar el vicio de la bebida. Al día siguiente lo recibió y empezó a asistir a un grupo.

“Antes de llegar a A.A., el hombre permanecía meses encerrado, clamando a Dios para librarse del vicio, pero salía de su encierro y volvía a caer. Tiempo después de asistir al grupo, él pudo recuperarse y rehacer su vida”, comparte.

Durante la entrevista, la hermana Regina recibió una llamada desde Formosa. Era una integrante de A.A. que se comunicó para saludar a Sian, quien en línea la invitó a contar su experiencia.

“Hace 48 años, la hermana Regina vino a Formosa a sembrar la semilla de Alcohólicos Anónimos. Gracias a esto, hoy estoy sobria, recuperé mi familia, espiritual y físicamente, económicamente estoy bien. Cuando empecé tenía 22 años, estaba hecha una pordiosera por la calle, estaba perdida y A.A. fue un milagro porque ya no sabía qué hacer con mi vida. Gracias a eso, puedo ayudar, a la vez, a otras personas gratuitamente como a mí me ayudaron”, cuenta.

Para la religiosa, Dios ama a los alcohólicos y drogadictos. “Todo es un milagro, no son, como se dice, malnacidos ni nada”, manifiesta.

Para los interesados en contactar con Alcohólicos Anónimos, pueden hacerlo al (0981) 871-468 o al (0984) 897-623.

UNA VIDA CONVERTIDA

Regina Sian conoció a su mamá recién a los 22 años, pues vivía con su papá y ellos eran separados. “Mi ego era muy grande, era rebelde y por eso conozco la rebeldía de los alcohólicos y drogadictos”, confiesa.

“Para mí, Dios no existía, Él era malo. Desde que mi padre falleció cuando yo tenía 16 años, pensaba ‘en qué se creía Dios y yo sin papá’. No iba a misa, no rezaba, no quería saber nada”, expresa.

A los 20 años inició su proceso de conversión, tras un problema con su hermano. Luego, unos familiares vinieron a su casa e iban a misa todos los domingos, hasta que ella les preguntó qué necesidad había y una prima le contestó: “Nunca es bastante para Dios”. Esas palabras calaron hondo en su corazón.

“Yo quería ser misionera de la China, de Japón y del África, pero aquí me tienen”, cuenta entre risas.

“Tengo 66 años de votos, procuré siempre comulgar todos los días, pues mi fuerza está en la eucaristía. El día que no se comulga, decía la madre superiora en España, es un día en el que no sale el sol, porque Jesús es el sol”, reflexiona.

Una de sus mayores preocupaciones es la falta de centros de rehabilitación solventados por el Gobierno en Paraguay. “Los familiares de los adictos deben pagar fortunas por la rehabilitación de sus hijos”, denuncia.

A pesar de que la hermana ya no puede movilizarse como antes, ella continúa con su misión y trabaja desde su casa. Su pasatiempo favorito es seguir las noticias. “Me gusta estar informada de todo lo que pasa en el país y el mundo, porque, si no, cómo sabré por qué rezar”, finaliza.

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David Franklin

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