17 may. 2025

Hérib Campos Cervera y la modernidad poética

Hace 60 años, en agosto de 1953, moría en Buenos Aires uno de los grandes poetas paraguayos del siglo XX.

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Retrato de Hérib Campos Cervera | Imagen: Gentileza

Miguel Ángel Fernández

Poeta y crítico

mafdial@gmail.com

El periódico estudiantil Ariel (1926) y la revista Juventud (1923-1926) acogieron los primeros textos poéticos de Hérib Campos Cervera. Juventud se convirtió en vocera de una generación que, más allá del rubendarianismo inicial, se definiría por los rasgos posmodernistas que en esos años se imponían en el ámbito hispanoamericano. Allí encontramos también al fundador y primer director de la revista, Heriberto Fernández, en cuyos Sonetos a la hermana, póstumos, se dan los primeros atisbos de modernidad estética; a otro poeta, José Concepción Ortiz, que trajo a la poesía paraguaya la mirada telúrica y la sencillez expresiva; y a Vicente Lamas, poeta sensible y atento a los temas urbanos y campesinos. Una figura que resiste a las definiciones de escuela, Julio Correa, publica también en Juventud y atraviesa varias generaciones, desde la época modernista hasta principios del ’50, con poemas diversos, de contenido amoroso, social y político.

En la década posmodernista –1920-1930– se inician también Josefina Plá y Hérib Campos Cervera, cuyas obras, algunos años más tarde, se constituirán en piedras fundamentales de la modernidad poética paraguaya. Josefina Plá reúne sus poemas juveniles en un libro –El precio de los sueños, 1934– que ya anticipa la intensidad que caracterizará su labor entera, en tanto que Campos Cervera esperará muchos años hasta reunir su poesía más densa y madura al promediar el siglo XX.

La “poesía nueva”

Es posible que Hérib Campos Cervera haya tenido acceso a las publicaciones vanguardistas que recibía su tío Viriato Díaz Pérez, pero en la década del ’20 su poesía no registra rasgo alguno que pueda relacionarse con las vanguardias. A partir de entonces, los rasgos expresivos de su poesía se estabilizan y desarrollan hasta culminar en sus poemas de madurez.

La modernidad poética, pues, no tendrá arranque en Paraguay sino a mediados de la década mencionada. La particularidad de este proceso es su escasa relación con los movimientos de vanguardia de la época. En los años ’30 ya se había ido apagando la voluntad de cambios radicales que había caracterizado a las primeras décadas del siglo XX. En todo el ámbito hispánico se da una recuperación de ciertas formas tradicionales, aunque sin renegar de algunos rasgos expresivos del vanguardismo. Los nombres de Miguel Hernández y Octavio Paz, para no citar sino a dos figuras capitales, pueden servir de ejemplo de la nueva tendencia posvanguardista.

Los exilios de Campos Cervera

Los trágicos sucesos del 23 de octubre de 1931 aventaron a figuras intelectuales de la oposición al gobierno liberal, entre ellos a Natalicio González, Anselmo Jover Peralta y Hérib Campos Cervera. Ese primer exilio, del que no regresaría sino cinco años después, llevó al poeta a Montevideo y Buenos Aires. Poco sabemos sobre su producción poética en ese periodo, en el que escribió un Romancero del destierro, que se extravió, y del que solo se conserva el poema 23 de octubre. Otros textos dan cuenta del giro expresivo que lo alejaba de la estética del Modernismo y el Posmodernismo y que culminaría en el Poema a un héroe proletario, de 1936. Ese texto, dedicado al dirigente comunista búlgaro Jorge Dimitrov, encarcelado por los nazis, acusa una clara y fuerte carga ideológica revolucionaria, muy cercana al realismo socialista, que, por lo demás, testimonia una clara adhesión a la línea política marxista-leninista. En el orden estilístico, Campos Cervera se acerca a la poesía de autores españoles e hispanoamericanos que consolidaban la mencionada tendencia posvanguardista, como Carlos Mastronardi y Raúl González Tuñón.

A su regreso a la patria, Campos Cervera encabeza –junto con Josefina Plá– el movimiento de la poesía nueva. Su magisterio congrega en el cenáculo Vy’a raity a poetas como Augusto Roa Bastos, Óscar Ferreiro y Elvio Romero, miembros en su mayoría de la generación del ’40.

La cruenta guerra civil de 1947 arroja nuevamente al exilio a Campos Cervera, comprometido con la causa de la democracia frente a la dictadura del general Morínigo. Es su segundo destierro, el más doloroso, pues ya no volvería a pisar su tierra. De nuevo en Buenos Aires, organiza y da a la imprenta su libro de poemas Ceniza redimida, que incluye composiciones escritas entre 1932 y 1950, aproximadamente. El libro se abre con una de sus más intensas creaciones: Un puñado de tierra, poema emblemático del exilio en donde hacen vértice las líneas esenciales de su trayectoria poética. Paulatinamente, su voz se ha ido acendrando y ganando una dimensión social y existencial de entrañables acentos.

El 28 de agosto de 1953 Hérib Campos Cervera fallecía en la capital argentina, a los cuarenta y ocho años de edad. El último poema que parece haber escrito, titulado Así, da cuenta de su dramática visión de la existencia humana con desgarradora expresividad. Su poesía póstuma será publicada en Asunción, trece años después, en la séptima entrega de los Cuadernos del colibrí, bajo el título de Hombre Secreto.

Que no haya arte inútil

Sus palabras postreras, recogidas por su amigo Humberto Pérez Cáceres, dan cuenta del compromiso profundo de su vida y de su arte: “Que nuestros artistas, nuestros escritores, nuestros luchadores de la causa de la libertad, jamás olviden que toda su batalla debe tener por brújula lo nacional. Nada podrá ser construido con sentido de perennidad si se olvidan las profundas raíces nacionales. El arte, la política, el quehacer cultural, deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso tiene ese itinerario de lo nacional a lo universal, no a la inversa. Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada del pueblo. El pueblo, su servicio, su redención, su felicidad, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos y obreros, nuestras mujeres: es a ellos, a su elevación, que los artistas deben dedicar todos sus esfuerzos”.

Crónica de una búsqueda

El hijo del gran poeta evoca a su padre, y habla además de un inédito diario que el mismo llevó durante su temprana juventud.

Herico Campos Cervera

Cárcel San José, Marzo 16 de 1923. Triste cosa es haber nacido con un alma demasiado sensible como la mía. Me hace sufrir horrorosamente el tener que ocultar bajo una faz risueña y placentera el sufrimiento interno que devora mi corazón. Soy como un volcán que durante el reposo, su cráter se cubre de blanca e inmaculada nieve y sus laderas graciosas aparecen cubiertas de verdor exuberante, pero sus entrañas terroríficas ocultan el fuego interno que un día inesperado, quizás, arrasará todo lo que haya brotado en momentos de tranquila paz”. (De un diario personal de Hérib Campos Cervera, material que data de sus años de pupilo en el Colegio San José).

Los recuerdos que tengo de mi padre son escasos y volátiles. Me resulta difícil distinguir si son producto de cosas escuchadas o realmente vividas. Es posible que ciertas imágenes me vayan creando sensaciones que al fijarse irán formando un cuerpo de memorias. Por eso a veces, cuando ando por Buenos Aires, paso por algunos lugares como un niño que vuelve sus pasos para recuperar un juguete perdido por el camino.

La Plaza Lorea se me presenta hoy algo pequeña y pelada. Creo que sea poco lo que pueda recordar de mis tres años de edad, sin embargo, aquí estoy, mirando desde la plaza la fachada del edificio donde nacimos mis dos hermanas y yo. Estoy en la calle Ypólito Yrigoyen al 1400. El ejercicio de memoria me lleva, espacio por espacio. Entro en un amplio y luminoso departamento con sus dos patios, una sala con muchos cuadros, un largo corredor que termina en el dormitorio de mis padres, los baños, la cocina y el estudio de mi padre. Veo su escritorio con una enorme máquina de escribir negra, las paredes forradas de libros, máscaras indígenas, más cuadros y un sofá cama cubierto con un poncho paraguayo. Salgo nuevamente a la calle y entro a la papelería y juguetería que queda al lado de nuestra casa, la misma juguetería donde un día mis padres me compraron un cochecito. El juguete era defectuoso pero me recuerdo llorar empecinado por llevarme aquel cochecito de plástico incompleto pero que imitaba a los que corría Fangio en aquel tiempo. Luego la mano de un adulto me cruza Ypólito Yrigoyen, caminamos unos pasos hacia la esquina de la Avenida de Mayo, y entramos a un bar que se llama Berna.

Hoy miro hacia ese mismo sitio y veo una playa de estacionamiento con un grupo de desocupados en la calle acampando bajo telas plásticas con un cartel reclamando algo. Pero si fuerzo mis recuerdos me veo sentado en una silla del mismo bar. Hay bullicio alrededor mío y puedo verme rodeado de adultos, bajo la mirada atenta de mi abuela Raquel.

Ahora sé que entre los adultos que me rodeaban en aquel bar estaba mi padre con sus amigos paraguayos. Y que casi todos aquellos amigos paraguayos eran, como él mismo, exiliados del 47' que se juntaban en el Bar Berna a compartir pesares y a soñar con un improbable regreso a su patria añorada.

Legado intacto

Hérib Campos Cervera nunca pudo regresar en vida a su venerado país, pero a sesenta años de su muerte verifico en el Paraguay que su legado poético y político está intacto, trascendiendo dictaduras y gobiernos mediocres; y quedando ligado hasta el día de hoy, al alma de los mejores ciudadanos de su patria. Es personalmente para mí muy emocionante recibir el cariño de la gente que lo conoce y admira a pesar de los 60 años que pasaron desde su muerte. Creo que sea esa la más bonita herencia que mi padre nos haya podido dejar.

Lastimosamente muchas obras y escritos de Hérib Campos Cervera se perdieron por circunstancias penosas de su vida. Quedando así por descubrir algunas facetas y actividades de su vida, todos ellos elementos que a la vista de los mediocres avatares actuales de su patria, sirvan como ejemplo de su lúcida honestidad intelectual y política. A tal fin nos encontramos actualmente abocados en la investigación y recopilación de datos perdidos o escondidos. Y es así que hemos encontrado un diario personal que data de su adolescencia cuando era pupilo en el Colegio San José, una conferencia suya del 1940 publicada en la revista del Ateneo de ese mismo año, poesías inéditas y otras cosas. El objetivo será tener una amplia base de datos que permita revelar trazas desconocidas y hacer con ello algunas publicaciones.

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