24 abr. 2024

Hacia un país más institucional

Juan Luis Ferreira E.

Juan Luis Ferreira E.

“Queremos que Paraguay sea un país que dependa cada vez más de sus instituciones democráticas y menos de su presidente…”, las expresiones de nuestro flamante presidente de la República, aún en el contexto de un momento político y diplomático como es una Asamblea de Naciones Unidas, luce como un extraordinario desafío para todos. No es una característica exclusiva del sector público el ser presidente-dependiente. Está en todo tipo de organizaciones, en todos los ámbitos. Tenemos una tradición, cultura y gen presidencialista. Cuando por primera vez te llaman “¡señor presidente!”, no importa la magnitud de la entidad, te cambia la vida y existe el riesgo de que la vanidad nos cambie la forma de ser.

En épocas de nombramientos, como la que recién acabamos de pasar y aún no está concluida, hay todo un pasatiempo nacional de detectar parientes, vecinos, gremios, amigos, compueblanos y cualquier tipo de vínculo que nos tienda un puente hacia la autoridad entrante. Tener un amigo que es vecino de un primo, ya es un buen comienzo. Nuestro lado amiguero disfruta de la posibilidad de encontrar un atajo; nuestro lado maniobrero empieza a elucubrar febrilmente. En algunos casos la gestión es justa y legal, pero la burocracia no la permite buscando que el transcurso del tiempo mate una acción absolutamente válida. En algunos otros casos la petición ni es justa, ni es legal, pero entra dentro de nuestra autoindulgencia de que nos corresponde. En ambos casos entendemos que se debe hablar, “se debe llegar” con la máxima autoridad.

Si bien la Constitución del 92 disminuyó el poder del Ejecutivo, diferentes caminos han permitido que la mano del número 1 tenga un brazo muy, pero muy largo. Esta capacidad es extensiva al más de centenar de entidades que tienen un “señor presidente”. Técnicamente una institución se fortalece con procedimientos, controles, niveles de autorización, rendición de cuentas, transparencia, auditorías, responsables jerarquizados y limitaciones al abuso de poder, el tráfico de influencia o los conflictos de intereses. En el sector privado suelen escucharse los términos “gobierno corporativo”, “mejores prácticas” o “gobernanza”, entre otros.

El deseo de nuestro presidente tiene un duro escollo cultural, pero fijar una meta tan conveniente para la mayoría de la gente y para el país merece nuestro apoyo, aunque el ejercicio institucional a veces nos obligue a hacer fila, esperar turno o quedarnos con las manos vacías. Cualquier responsable de un ente suele iniciar sus declaraciones diciendo “el presidente de la República me ha dado instrucciones precisas…”. Desde luego, esto puede ser conveniente y válido, pero el norte de una autoridad y su equipo son los compromisos y obligaciones institucionales.

Que Dios nos ilumine para seguir construyendo organizaciones sólidas, transparentes y medibles que respeten, sustentablemente, a todos sus públicos.

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