19 abr. 2024

Gracias a la lluvia

Lida Duarte @lidaduarte

El Paraguay puede desplomarse económica, sanitaria y socialmente por la ausencia de lluvia (durante un mes). El ejemplo más conocido es el primero, pues con cada sequía se ve afectado el calendario agrícola, la producción de granos de exportación y consecuentemente hay menos ingreso de divisas.

Pero recientemente la Essap atribuyó también a la falta de precipitaciones el déficit de provisión de agua potable en Asunción y el área metropolitana en plena crisis por la pandemia del coronavirus. Por eso, siguiendo la línea de la empresa estatal, debemos agradecer a la reciente lluvia por aliviar su incapacidad de abastecimiento.

Lo curioso es que las perspectivas climáticas estaban disponibles en la Dirección de Meteorología e Hidrología antes que empiece el mes de febrero y justamente el documento menciona una temporada de “condición seca” en la Región Oriental. Si las autoridades acceden a estos datos ¿por qué no hubo un plan de contingencia con anticipación? Esperaron no solo a que faltara el agua, sino a que la población comience a desesperarse ante la contradictoria recomendación de higiene con el constante lavado de manos.

Los problemas de presión en las cañerías y los cortes en el suministro no son noticia nueva, pero hizo falta la aparición de una amenaza de transmisión viral para que formara parte de la agenda pública.

Barrio Obrero y Tacumbú son algunas de las zonas más afectadas, donde las familias no estaban viendo otra opción que manifestarse, aunque eso significa exponerse a la represión de las fuerzas de seguridad, que con esta coyuntura gozan de bastante aprobación social y mediática.

No hay que olvidar que el acceso al agua es un derecho humano y como lo advierte la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay, es el Estado el que debe dar soluciones y no amenazar a la población que necesita salir a las calles para rebuscarse por el líquido vital.

Con la crisis ya desatada, la Essap comenzó a repartir agua en bidones, lejos de ser una solución, este sistema facilita la aglomeración de personas y la provisión apenas sirve para calmar la sed, no alcanza para la higiene.

Por supuesto que como dicen las autoridades de la empresa, la causa también es la deuda histórica en la inversión en el sistema de agua potable y saneamiento.

No faltan experiencias en la región sobre sistemas de reserva de agua para enfrentar las épocas de sequía, entre ellas las ciudades andinas que dependen únicamente de las temporadas de deshielo de la Cordillera de los Andes. Por ejemplo, en Mendoza, Argentina, se construyeron diques de contención para guardar el agua para el resto del año y guiarla gradualmente hacia las necesidades de la población, para los cultivos y el consumo humano. En cambio en las urbes de Paraguay no tienen reservas suficientes para aguantar poco más de 30 días de ausencia de precipitaciones.

Esperemos que la lluvia de ayer haya calmado no solo el problema de falta de agua, sino también el pánico social y haya invitado a una reflexión colectiva sobre la población más vulnerable con esta emergencia sanitaria y las restricciones de desplazamiento.

Aunque sea iluso pensar, que también haya servido para dar mayor claridad a las autoridades, sobre todo a aquellas que aprovecharon esta crisis y paranoia de la sociedad para despertar su autoritarismo y decidieron militarizar innecesariamente las calles, una medida que contrariamente a brindar seguridad, genera miedo en una población que de por sí ya vive asustada por temor a contraer el coronavirus, mientras que otra parte (ignorada) teme a su realidad inminente de quedar sin alimentos. Que el agua calme ese deseo apenas disimulado de volver atrás.

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