“Río está en una guerra civil velada. La gente de bien se va a armar para defender a su familia, su propiedad y será una guerra abierta si las autoridades no actúan”, advierte el empresario Armando Piccinini en un club de tiro en Niterói, frente a Río de Janeiro.
Desde el asesinato de su padre en 2002, Piccinini, de 52 años, decidió que su seguridad dependía de sí mismo y hoy aboga por la liberación del uso de armas de fuego, una de las banderas de Jair Bolsonaro.
En Calibre 12 se respira olor a pólvora y cierto aire de camaradería. “Este es un ambiente familiar”, dice Piccinini, socio de la única empresa de turismo en Brasil que promueve excursiones para quienes desean tener su primer contacto con un arma de fuego.
“Todos apoyamos a Bolsonaro”, sostiene Paulo Alberto, de 55 años, otro de los 210 afiliados del club, lugar de encuentro de quienes quieren entrenarse con el gatillo como práctica deportiva o para conseguir una autorización de tenencia o porte de arma.
Con gafas de protección y un arma descargada en la mano, alega que “hoy en día, la delincuencia supera a las fuerzas de seguridad en número y equipamiento”. “Vivo cerca de una favela y me ha despertado un tiroteo. Hoy en día uno sale de su casa y no sabe si vuelve. Los ciudadanos de bien exigimos el derecho a defender a nuestra familia, nuestro patrimonio”, sostiene. AFP