Con un chaleco amarillo, la refugiada palestina se propuso como voluntaria para combatir el coronavirus cuando apareció en el campo, a finales de abril.
Un compromiso que difiere de los estereotipos de esta generación nacida con las plataformas tecnológicas como Google, Amazon o Facebook, que estaría más inclinada a pasar sus días frente a Netflix o los videojuegos que a preocuparse por sus vecinos.
Los jóvenes “tomaron conciencia del poder de las redes sociales para difundir mensajes”, y de que eran los mejor situados “para ayudar a los más vulnerables”, asegura Walid Badi, de 24 años, un deportista francés que vive en Ivry-sur-Seine, cerca de París.
Mientras las estrellas del deporte hacían videos en directo por Instagram para ayudar a sus seguidores a soportar mejor la ausencia de competiciones deportivas, Badi, jugador de balonmano profesional, prefirió ayudar a las personas sin hogar.
Con su asociación Solidaritess, Walid recorrió con su amigos y repartió ropa a los “olvidados” del confinamiento, en los suburbios y el sur de la capital francesa.
Experiencia. Lejos del mundo de las patentes de éxito, existen “geeks” superdotados que comparten su experiencia tecnológica. Es el caso de José Otero, un venezolano de 22 años, que inventó un dron low cost para transportar medicinas y resultados de test de coronavirus en Barranquilla, Colombia. “Antes nos decían que nos teníamos que separar de los aparatos tecnológicos o de los teléfonos, porque eso nos separaba. Por el contrario ahorita es lo que nos une” dice con entusiasmo este venezolano que tuvo que exiliarse.
En Dakar (Senegal), Ibrahima Cissé, de 23 años, construyó con sus compañeros de la Escuela Politécnica una bicicleta futurista para detener la propagación del virus. La misma sirve a la vez como mensajera para “la población que tiene dificultades para estar confinada en su casa” y como distribuidora de productos desinfectantes.
“Estamos aprendiendo cómo ser útiles a la población, al planeta”, con proyectos que toman en cuenta varios criterios como “el medioambiente, las necesidades de la población, y también la reducción de los costos porque somos un país pobre y no podemos pensar en proyectos extravagantes”, dice .
En París, Roméo Estezet, un estudiante de 15 años, se especializó en la impresión 3D de viseras de protección para el coronavirus. Hasta ahora fabricó más de 1.500 gracias a los aparatos que tiene instalados en su habitación de adolescente, una cifra impresionante de 80 viseras al día.
“Mi sueño es mostrar a otros jóvenes la utilidad y facilidad de esta tecnología, que pone al alcance de todo el mundo la producción de objetos”, especialmente en tiempos de crisis.
Otros jóvenes, encerrados en pequeños apartamentos de los suburbios de las grandes ciudades, encontraron en el arte la manera de romper las barreras del confinamiento y la enfermedad. Wan Jamila Wan Shaiful Bahri, una pintora autista de Malasia, realizó una serie de cuadros llamada Nuestros héroes para rendir homenaje “a todas las personas que están en primera línea” contra la pandemia, que ha causado más de 369.000 muertos en el mundo.
“Recopilo todas las historias que vi en los noticieros”, dice la adolescente de 17 años, más conocida con el nombre de Artjamila.
Sus cuadros están lleno de personajes con mascarilla vestidos de azul y con mirada inquieta. Una de su obras fue seleccionada para una campaña de sensibilización del ministerio de Sanidad.
A más de 10.000 km de la capital Malasia, Eva Stojcevska, una estudiante de 16 años que vive en el centro de Skopje (Macedonia del Norte), trabajó duro para mantener su pasión: El teatro.
Lo que se viene. Pese al sentimiento de injusticia y a veces de furia, los jóvenes también expresan mucho optimismo. Todos esperan que el mundo sacará enseñanzas positivas de la pandemia.
El jugador de balonmano francés Walid Badi sueña con una sociedad más proclive a la “igualdad, la cohesión social”.
Los jóvenes de entre 15 y 24 años ya son las principales víctimas de la crisis económica, con un joven de cada seis sin empleo, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo.
Con una tasa de 13,6% en 2019, el desempleo de los jóvenes ya es más elevado que en cualquier otro grupo de población. “Vienen tiempos difíciles, dice Malak Sabah. Pero no duran eternamente”.