Sin duda, hablar de la guitarra clásica en Paraguay es mencionar inevitablemente a un gran concertista, maestro y compositor como lo es Felipe Sosa. El músico celebra sus 57 años de carrera ininterrumpida, tras haber recorrido 18 países del mundo y grabado más de 80 arreglos para música paraguaya. En este marco, el viernes último presentó el libro Felipe Sosa, memorias del maestro, intérprete y compositor, apoyado por el Fondec.
“Estoy muy feliz con mi carrera y mi vida. También tengo un hijo, Marcelo, que sigue mis pasos. Pasé muchas dificultades antes de ser concertista. Como maestro, me siento muy realizado porque tengo alumnos que están brillando no solo en el país, sino también en el exterior, como es el caso de Berta Rojas y otros”, comenta el intérprete y compositor, que tiene grabados 20 discos, dos de ellos con acompañamiento orquestal.
“Tuve el honor, a los 19 años, de grabar el primer disco vinilo en homenaje a Agustín Barrios. Ese material se pasó luego a cedé y está considerado como el primer disco del mundo homenaje a Barrios”, recuerda.
Felipe Sosa nació en Isla Florida, Caazapá, y es el menor de 10 hermanos. Tras la muerte de su padre, don Estanislao, se trasladan a la capital en busca de mejores horizontes. “Me cuenta mi madre, que mi padre era un excelente cultor de la guitarra”, dice el maestro.
La situación económica le obligó a salir a trabajar para colaborar con el sustento de la familia. “Éramos muy pobres, tenía 9 años y trabajaba como lustrabotas en la Plaza Independencia, en el centro, y siempre guardaba unas monedas para comprar mi guitarra”, señala.
Sin embargo, fue a los 12 cuando quedó confirmada su pasión por la guitarra, tras asistir a un concierto ofrecido por Cayo Sila Godoy en el Teatro Municipal. “Le supliqué a mi hermano mayor para que me acompañe. Nos sentamos en primera fila. La presencia del maestro Sila Godoy era impresionante; tenía una pulcritud increíble y tocaba maravillosamente. Al salir del concierto me dije: “Esto yo quiero para mí’”.
Más tarde, a los 16 años, Felipe Sosa toma coraje, vende un traje que tenía y viaja a São Paulo, Brasil, para cumplir su sueño de estudiar en el conservatorio de la ciudad. “Me fui nomás. Tomé coraje y llegué a São Paulo. Vendí un traje para poder mantenerme. Me alimentaba con banana y un vaso de leche por varios días. Unos días pasé muy mal. Tuve que dormir en una plaza cerca de la estación del ferrocarril”.
Pero sería un hecho “milagroso” en un contexto de novela –como lo dice el maestro– el que cambiaría su vida en la gran urbe brasileña.
“Iba a practicar en los probadores de una fábrica de instrumentos, Del Vecchio. En una de esas, terminé de tocar El sueño de Angelita, cuando se me acerca un señor y me pregunta si era paraguayo, y qué hacía en São Paulo. Aprovecho para contarle mi historia. Me consulta qué es lo que quiero hacer y le digo que mi sueño es estudiar en la estadual con el maestro Isaias Savio. Este hombre me entrega su tarjeta, y me dice: ‘Yo soy Isaías Savio’. Y era él. Desde aquel momento terminó mi tragedia”, recuerda emocionado. Savio le daría clases particulares, le ayudaría con el sustento y una beca para la estadual, donde Sosa saldría como mejor egresado. También ejercería la docencia y tres años después ofrecería un concierto en el Teatro Municipal de São Paulo.
Por Europa. A los 23 años viaja a España, becado por el Instituto de Cultura Hispánica. Luego se radica en ese país, por 10 años, trabajando para el Biombo Chino, un centro gastronómico exclusivo donde el guitarrista se presentaba diariamente ante embajadores, empresarios, artistas y productores de toda Europa. Desde allí realizará numerosas giras por Alemania, Francia y países del Asia. “La gente se emocionaba cuando ejecutaba obras paraguayas”, dice el músico y docente.
Hoy, como jefe de área del Conservatorio Nacional (Conamu), motiva a los jóvenes a componer, lo que “exige mucho estudio”. “La composición no se improvisa”, dice, al tiempo de recordar que en el 2011 estrenó el Poema sinfónico sobre la danza paraguaya, con una orquesta de 25 guitarristas.
“Hay mucho talento en Paraguay, pero no veo un semillero en la parte de composición. Ese es el desafío”, concreta el maestro.