Por Claudia Cardozo | CIUDAD DEL ESTE
Ellos, pasarán las fiestas de fin de año con tristeza por la pérdida, pero con el gran consuelo de saber que la esposa y mamá sigue dando vida a otros.
Hace un mes que mamá ya no está, y la humilde casa de la familia permanece aún con dolor y profunda tristeza más aún en esta navidad y fiesta de fin de año que se acerca, pero Griselda, la hija mayor y Marcelo, el esposo, prefieren no derramar más lágrimas.
“Fue el año más triste de nuestras vidas porque jamás imaginamos que mamá partiría, pero me reconforto sabiendo que otras personas heredaron sus órganos y gracias a eso pueden vivir más años. Fue lo más difícil que me tocó decidir con papá pero estamos orgullosos que de lo que hicimos”, manifiesta la joven de 19 años, estudiante de Odontología, quién ya asumió el rol de llenar el vacío dejado por su madre y ayudar a su padre en el cuidado de sus hermanitos, los mellizos Karina Noemí y Ever Marcelo.
La casa es una residencia humilde, adornada de flores y plantas, en el barrio Santa Ana de Ciudad del Este. En la sala se observan varias fotografías de Claudia Enciso, con toda su familia. En esta misma sala cayó desvanecida la mujer de 42 años, en la mañana del jueves 20 de noviembre, y desde entonces ya no pudo recuperarse.
“Ella sufría de hipertensión, aunque ese día parecía estar muy bien, ocupándose con normalidad de las tareas de la casa. En un momento se quejó de que le dolía mucho la cabeza, y luego ya cayó al suelo, desmayada. Nos asustamos mucho y la trasladamos rápidamente al Sanatorio Central, donde nos confirmaron que había tenido un derrame cerebral”, recuerda Griselda.
LA DECISIÓN. Marcelo Rodríguez es mecánico dental y con su oficio sustenta a toda su familia. En el barrio es reconocido por ser una persona amable y servicial, muy trabajadora, y junto a su difunta esposa participaban activamente en la comunidad parroquial.
Al segundo día de que su esposa permanecía internada, Marcelo tuvo que enfrentarse a la dura y dramática realidad, cuando el médico terapista Pablo Cabral le confirmó que Claudia estaba con muerte cerebral, y era prácticamente inviable su recuperación, aunque podía ser mantenida mucho tiempo en ese estado, a un alto costo.
“Fue en ese momento cuando me preguntó si no estaríamos dispuestos a donar sus órganos para otros pacientes que necesitaban imperiosamente, y que gracias a ella podían tener una oportunidad de nueva vida. Yo nunca antes había pensado en esa posibilidad, y me tomó de sorpresa. Sentí como una luz dentro de mí, una inspiración, y le dije que sí, pero que necesitaba consultar con mis familiares”, rememora Marcelo.
Tras varias discusiones con los parientes de la fallecida, finalmente Marcelo y su hija mayor decidieron donar las dos corneas, riñones y el corazón. Éste último órgano no pudo ser aprovechado por falta de transporte en ese momento.
El padre dijo que tiene conocimientos de que un joven de 20 años, residente en Santa Rita, Alto Paraná, fue quien recibió las corneas de su esposa. “No le conocemos al muchacho pero estamos contentos que puedan volver a ver. De los riñones donados aún no tenemos mayores datos pero sabemos que también salvará vidas”, indica Rodríguez.
El viudo admitió que es difícil soportar la pérdida de su esposa Claudia, pero que sienta paz y fuerzas por la iniciativa que tomaron al donar los órganos. “Sabemos que en el Paraguay mi esposa sigue viviendo en otras personas y eso nos ayuda a sobrellevar la situación”, señala.
La familia fue galardonada como uno de los mejores destacado del año 2009 por el Diario Ultima Hora, que otorga esa distinción a personas que realizaron algún gesto digno de ser reconocido.