El filme “La Reina”, que se estrena hoy, se inspira en una historia real. Fue el 1 de septiembre de 1997 que la realeza europea y el mundo se despertaron con la trágica noticia de que la princesa Diana, ex mujer de Carlos de Inglaterra, heredero del trono británico, había muerto. Era la mujer más famosa en ese momento y terminaba su vida de glamour en un accidente de coche en París.
Al día siguiente, las puertas de Buckingham, el palacio real británico, aparecieron llenas de flores como tributo a la joven princesa, pero el palacio estaba vacío. La familia real, aposentada en el castillo de Balmoral, su lugar de veraneo, permanecía estoica, sin dar respuesta a la tragedia. El protocolo para ellos era lo más importante y la tradición decía que mostrar públicamente las emociones no está bien visto.
La familia lloró en privado, junto a los dos jóvenes hijos de la princesa, William y Harry, protegidos de la voraz curiosidad de la prensa. Mientras tanto, muchos curiosos se preguntaban qué es lo que había sentido Isabel II durante esos días luctuosos. Parecía lejana de ese desbordamiento de emociones por la pérdida de la princesa, de una magnitud nunca antes vista en Gran Bretaña. Hasta Blair la llamó “la princesa del pueblo” en el anuncio televisado de su muerte.
REAL Y FICTICIO. Aunque la película, dirigida por Stephen Frears, es ficticia, está armada basándose en rumores fuertemente posibles. Las deducciones de la prensa y la reacción de la gente común hicieron el resto para generar un guión entendible de esa repulsa popular por la actitud de la máxima figura de la realeza.
Está protagonizada por Helen Mirren (ganadora del Oscar como Mejor Actriz este año), una sólida actriz inglesa que suele enfrentar papeles desafiantes y que demandan un trabajado diseño del personaje. Les acompañan en el reparto James Cromwell y Alex Jennings, en los roles de príncipe Carlos y Felipe.
La fuerza del guión
El guionista Peter Morgan concentró su interés en las primeras 24 horas desde la muerte de Diana. Era una familia en crisis, encerrada en el aislado mundo de Balmoral. La reina decidió que para proteger a los niños había que retirar las radios y los televisores. Así que vivían en un lugar de negación total de la realidad.
La gente estaba en las calles reclamando una reacción de la familia real y no ocurría nada. Durante esa semana, hubo un sentimiento antimonárquico muy fuerte, que fue avivado por la prensa, que se dio cuenta de que el foco de la culpa se estaba dirigiendo hacia ella. No era la primera vez que la sombra de Diana le daba dolores de cabeza, aunque tras su separación ya no pertenecía a la familia real.