“Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado”. Con la expulsión de los mercaderes y los cambistas, Jesús nos invita a purificar nuestras intenciones, de modo que nuestra búsqueda de Dios sea lo más pura y desinteresada posible.
Jesús va con sus discípulos camino de Jerusalén y se encuentra con estos diez leprosos. Ellos le gritan a la distancia porque según la ley de Moisés los leprosos vivían apartados para evitar contagios. Por ese motivo mantienen la distancia.
El Señor al indicarles que vayan al sacerdote, que era lo previsto en la misma ley para aquellos que hayan sido curados de la lepra, les muestra que serán curados. Se nos relata que eran diez y que solo vuelve uno, que además era samaritano (entre samaritanos y judíos estaban enemistados y no se hablaban). Solo regresa uno para dar gracias y gloria a Dios. De los otros nueve no se nos dice nada. En cambio al que regresa para agradecer el Señor le dice que su fe lo ha salvado.
En ocasiones puede sucedernos lo mismo que esos nueve. Acostumbrarnos a la acción de Dios en nosotros, quizá desde la infancia, podemos perder de vista la grandeza inconmensurable de los dones de Dios. Por el contrario, hay personas que han vivido mucho tiempo distantes de Dios, muchas veces simplemente por ignorancia, y al descubrir la acción de Dios en ellos se sienten removidos y se postran interiormente delante de Dios para agradecer.
Pidamos al Señor aprender del leproso samaritano. Que no dejemos de sorprendernos, de maravillarnos, de la acción de Dios en nosotros.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2021-11-10/).