Hannah Gittings sufrió una experiencia trágica el pasado 25 de agosto cuando acudió a una concentración en Kenosha (Wisconsin) con su pareja, Anthony Huber, en apoyo a Jacob Blake, un afroestadounidense herido de bala dos días antes por un policía blanco. En poco tiempo, el cortejo pacífico se vio confrontado por una milicia de extrema derecha, la Kenosha Guard, que había llamado en Facebook a tomar las armas para “proteger” la ciudad. Pese a centenas de reportes, su página no había sido retirada.
Uno de los participantes, un adolescente de 17 años cargado con un fusil semiautomático, disparó a quemarropa sobre un manifestante y lo mató. Huber se precipitó entonces sobre el joven para quitarle el arma, pero fue abatido frente a los ojos de su novia.
ACCIONES LEGALES. Gittings lanzó en setiembre acciones legales contra Facebook, indignada por los comentarios de su máximo responsable, Mark Zuckerberg, quien calificó la no supresión de la página de Kenosha Guard como un “error de funcionamiento”.
Desde las masacres de los rohinyás en Birmania al reciente asesinato del profesor Samuel Paty en Francia, llamados a la violencia en Facebook se han traducido en dramas.
La plataforma afirma haber multiplicado sus iniciativas para limpiar los intercambios. Pero para muchos, es muy poco y muy tarde.
MENSAJES ENGAÑOSOS. Según un estudio realizado en octubre por SurveyUSA, el 65% de los estadounidenses preguntados vieron aparecer en su muro de Facebook mensajes políticos engañosos durante la campaña presidencial y un cuarto entre ellos los creyó.
Joyce Jones lo sufrió en su propia piel durante la campaña municipal en Montevallo, Alabama, donde se presentó como candidata en agosto. “Hicimos un debate con mi oponente un martes por la noche y cuando me desperté al día siguiente descubrí (en Facebook) que yo estaba a favor de suprimir los presupuestos de la policía”, recordó.
“Fui la primera sorprendida, porque jamás dije algo así”, precisó Jones, que se vio sobrepasada por el flujo de informaciones falsas sin filtrar por la red social.
“Mark Zuckerberg y otros directivos deben comprender que lo que pasa en Facebook no se queda solo en Facebook”, insistió Jones. “Se viene con nosotros a casa, a la tienda o a nuestro trabajo. Y afecta a nuestros hijos”, añadió.
Seguidor de Donald Trump, el padre de Kristin Urquiza murió en junio tras contraer el nuevo coronavirus. La página de homenaje abierta por su hija fue inundada por mensajes que cuestionaban la eficacia de las mascarillas, el distanciamiento social o la propia existencia de la enfermedad.
“Puede que Facebook no haya apretado el gatillo, pero sí condujo el auto de huida”, describió Urquiza, muy molesta contra el algoritmo de la red social, que favorece según ella y numerosos expertos, los contenidos mentirosos y peligrosos.
65%
de los estadounidenses vieron en su muro de Facebook mensajes políticos engañosos durante la campaña.