–¿Es utópico pensar que alguna vez pueda darse un fenómeno como el de Chile donde un mandatario de derecha traspasará en marzo el mando a un joven de izquierda, quien fuera un dirigente estudiantil?
–No, porque las condiciones concretas en la que estamos viviendo son demasiado desiguales para una mayoría trabajadora, agotada por todas las angustias e incertidumbre. La constante es la incertidumbre y así es muy difícil para cualquier persona proyectar. Dificulta la posibilidad de pensar en un proyecto abarcante, grande, que garantice los derechos y la igualdad de oportunidades.
Aunque se desarrollan niveles de hartazgo, como los que se expresaron en marzo de 2021 en el país, pero la ausencia de una dirección social y política con mayor madurez y con una construcción de autoridad y de identidad colectiva sobre esas mayoría trabajadora descontenta impidió que tengamos una síntesis que supere el estado de cosas actual.
–¿Entonces, por qué dice que no es utópico?
–Porque esa síntesis se está construyendo, tiene su proceso, no es igual que el chileno. En Chile, el Partido Comunista tiene casi la hegemonía en el movimiento estudiantil y en el movimiento de los trabajadores. Estamos hablando de un partido histórico que ya fue gobierno con Allende. Y a pesar de la represión del terrorismo de Estado encabezado por Pinochet, logró conservar cierta fuerza y arraigo en la mayoría de la fuerza trabajadora y eso se expresa en estos tiempos.
Al gravitar así un partido, habla además de un desarrollo cívico de una izquierda y de un desarrollo democrático que, claro, no elimina su contraparte, porque en Chile hay mucho conservadurismo, fascismo, cultura discriminatoria, racista, xenófoba, pero también se desarrolla una fuerza capaz de contrastar con todo eso y de desarrollar un peso propio para disputar las políticas públicas.
–Pero eso que describe no sucedió en Paraguay, salvo algunas manifestaciones esporádicas de ciertos sectores. Además, las centrales sindicales están debilitadas, y no existe un movimiento estudiantil cohesionado y fuerte…
–En el Paraguay las mayorías trabajadoras no nos recuperamos de la Guerra Civil de 1947, de esa derrota. A mediados del 46 se creó la Organización Republicana Obrera. Cuando eso, el PCP era hegemónico en el movimiento obrero. Esa era la realidad de la década del 40 del país, que empezó a ser golpeada y quebrada en la Guerra Civil del 47 y el embrión de ese quiebre en el interior del movimiento obrero fue la Organización Republicana Obrera, creada por el Partido Colorado que termina logrando una hegemonía para desmovilizar, restarle conciencia a la mayoría trabajadora y para operar siempre una conciliación con las patronales que fortalece una jerarquización donde estas siguen siendo tales más allá de las puertas de las empresas y fábricas. Son nuestros patrones en la vida cultural y social del país. Esta es una situación real que existe en el Paraguay. Y en el campo no cambia mucho esto: 20 años atrás teníamos un movimiento campesino con mucha mayor fuerza, hoy está atomizado.
–¿Por lo tanto…?
–Entonces, por un lado se tiene un hartazgo y una cotización de la sociedad donde la gente, a la lógica del “sálvese quien puede”, sale a luchar, pero no se tiene un hábito de trabajo colectivo, una comprensión de que cada uno de nosotros, todos los que trabajamos, somos responsables de todo lo que nos rodea: La ropa, la casa, la ventana, los automóviles, alimentos, todo es producido por los trabajadores y las trabajadoras. Pero resulta que un grupo de 2 mil familias nos dominan desde hace décadas en el país.
–¿El Partido Comunista tiene un programa que apunte a modificar este contexto? ¿Por qué es uno de los partidos testimoniales?
–No es testimonial, el PCP es el partido de izquierda que más atención está dando en los últimos 5 años al movimiento obrero en Paraguay. Hemos avanzado, pero con marchas y contramarchas porque existe tal grado de desconfianza, que la gente espera que vos no seas lo que dices ser. Esto es consecuencia de tantas décadas de desengaños, mentiras, de falsas promesas.
¿Qué trabajador no querría que en todas las empresas del país haya contrato colectivo de condiciones de trabajo. Todos queremos eso, así como bonificación familiar, real, jubilación, aguinaldo, etc?
Hoy las nuevas generaciones ya no esperan estos derechos. Nosotros tenemos que recuperar esos derechos conculcados.
El PCP tiene un programa con el que está de acuerdo cualquier trabajador o trabajadora al que se le presenta, solo que no siente posible, y además tiene urgencias cotidianas que son resueltas por la lógica clientelar del Estado que se construyó en el país.
–¿Por qué no surgen referentes progresistas y propuestas que conciten el interés de los sectores que menciona?
–La lectura que tenemos en el PCP es que no existe una estrategia seria con relación a la disputa del poder. La política es una ciencia, hay que tener rigor en el trabajo político. Al no tener el progresismo de la izquierda una presencia planificada, sostenida, un vínculo afectivo social permanente, una construcción de identidad colectiva que se refleja en la fortaleza de los sindicatos, movimientos campesinos, los barrios, el movimiento estudiantil, allí encontramos la respuesta. ¿A quién representas? El sujeto social al que vos decís representar no está involucrado en el proyecto político de manera sostenida, permanente y en el marco de una estrategia. Ahí tenemos un gran problema.
Nosotros nos ocupamos de ese problema y la impresión que tenemos es que otras fuerzas del progresismo no lo hacen y tienen un enorme error estratégico en la manera de entender la relación que hay entre la sociedad y el Estado que, si no superamos, no vamos a poder avanzar.
–¿Cómo se refleja ese error estratégico?
–En esto: Que hoy deberíamos construir una gran unidad para derrotar al Partido Colorado y tratar de administrar este Estado a favor de las mayorías. Entonces, si vos tomas el Estado, vas a poder hacer políticas públicas para la mayoría. Esa es la concepción dominante en la izquierda.
–¿Y por qué el PCP ve que esa estrategia está equivocada?
–Porque el Estado que opera en el Paraguay fue organizado por las patronales. El sistema de salud es un sistema organizado por los dueños de las empresas, los bancos y las tierras. Así como el sistema educativo y todo el funcionamiento de las instituciones públicas. Todo el Estado paraguayo, ineficiente, ineficaz y corrupto es la expresión de la manera en que los dueños de las empresas, los bancos y las grandes tierras ven el país y el mundo. Esa es la realidad: la cultura de las patronales se expresa en la estructuración del Estado. Por lo tanto, este Estado debe ser destruido y estructurado en uno nuevo, porque con toda su estructura actual, es imposible.
Todo lo que estamos viviendo es legado del stronismo: el narcotráfico, todo tipo de tráficos, cultura clientelar, corrupción. Esta cultura no se fue.
La concepción dominante de la izquierda es: Si tomas el Estado, vas a poder hacer políticas públicas para la mayoría. Es un error.
El Estado que opera en el Paraguay fue organizado por las patronales, por los dueños de las empresas, bancos y las tierras.
Existe tal grado de desconfianza, que la gente espera que vos no seas lo que dices ser. Son décadas de desengaños y falsas promesas.