Y el taxista me contó su historia. Le pedí permiso para publicarla.
El taxista es cristiano evangelista y un día del 2008, al acabar el culto se ofreció en su taxi a llevar hasta 4 Mojones a varios hermanos para que allí tomaran un colectivo hasta Ñemby.
Con la prisa olvidó su documento y unos policías lo pararon. Como no lo tenía labraron un acta y el taxista sin leerla, la firmó.
Días después en el Juzgado le acusaron de conducir ebrio en alto grado. Aquella era una prueba “plantada” por la policía. Una abogada aconsejó que pagara la multa de un millón quinientos mil, más sus honorarios que eran un millón doscientos mil.
Como no tenía tanta plata añadió que se la fuera pagando semanalmente y que la multa ella se encargaría de depositarla.
Lo citaron un día a las 8.30. Por el tránsito él llegó a las 9.00. Allí descubrió que la abogada no había depositado la multa. Enojada por el reproche lo abandonó.
A los pocos día va al Juzgado, buscan su causa y nada encuentran.
Han pasado cuatro años. Otra barrera policial lo detiene. Enseña su documento, llaman a la central. Es prófugo de la justicia. Se lo llevan y contrata un abogado recomendado por la misma cantidad.
Este le dice que la audiencia es a las 9.00 tal día. Se presenta en dicha fecha y no encuentra a nadie. El abogado aparece a las 10.30, diciéndole que había sido a las 8.00. También lo abandona.
Actualmente en cualquier calle, cuando conduzca el taxi, lo parará una barrera policial. ¿Qué pasará?
Justicia lenta, embarrullada, planta pruebas, abusadora y...
“Es fácil entrar, difícil salir”.