06 dic. 2025

Enseñan a indígenas a tallar para que tengan oficio y no mendiguen

Por Juan Pérez Acosta

El taller.  Al costado de su vivienda, Apolonio  enseña a los niños del asentamiento.

El taller. Al costado de su vivienda, Apolonio enseña a los niños del asentamiento.

La creación de arte en madera tallada tiene tres momentos especiales: la “aventura” de salir a buscar y seleccionar el tronco o leño, dotarle de una forma determinada y ir a las calles a ofrecer el producto.

Esta es la descripción que hace Éver Maciel, indígena ava guaraní que aprendió a sus 14 años a ornamentar la madera y obtener beneficios económicos para ayudar a su familia y eliminar, de esta manera, los prejuicios hacia nativos que habitan en zonas urbanas.

Bajo esta consigna, el artesano Apolonio Portillo, cuyo taller funciona dentro del asentamiento Asociación de Parcialidades Indígenas (API) en Laurelty, Luque, pretende que otros chicos como Éver desarrollen capacidades artísticas que les sirvan como herramienta para trabajar y evitar que los mismos mendiguen por las calles.

El maestro comenta que hace 19 años se dedica al oficio y que en este asentamiento, donde decenas de niños y adolescentes de diferentes parcialidades conviven juntos manifestando los diversos matices de la lengua nativa, nadie vino ni vendrá a ofrecerles empleos. Lo único que salvará su subsistencia cultural y económica es el arte y el rescate de sus tradiciones.

“No queremos morir, tenemos que intentar salir adelante con nuestra cultura, lo que sabemos hacer para poder comer”, puntualizó.

El tallado de la madera para los indígenas es muy importante así como el respeto por la naturaleza. Hace unas semanas, en la Escuela de Artes Indígenas Akarapu’a Pave, Apolonio dictó un taller para 50 niños y adolescentes.

Les enseñó que la madera de cedro y la de timbó son las recomendadas para hacer las figuras de yacaré, karumbe, kavure’i, pira o tatu, animales importantes para su cultura.

El taller fue posible mediante la donación de herramientas por parte de la Secretaría de Cultura.

“No echamos por echar un árbol para usar la madera, buscamos aquellos árboles que están por caer, esos que ya van a desperdiciarse porque crecen a un costado de las murallas. Entonces eso buscamos para usar y no desperdiciamos nada”, remarcó.

Una vez que los estudiantes agarren el ritmo del tallado, terminarán de moldear el kavure’i en una hora para sacarlo al sol uno o dos días, luego lijar y dar la terminación final de los detalles con alambre caliente.

Los primeros trabajos hechos ya fueron vendidos en su totalidad en diferentes ferias de artesanía indígena. Todos recibirán un certificado, porque “es bueno que el profesor reconozca la dedicación de sus alumnos”, señaló Portillo.