19 jun. 2025

En el CNC los hombres aún dan la última palabra

El siglo 21 no llegó al Colegio Nacional de la Capital (CNC). Las elecciones del centro de estudiantes 23 de Octubre se hacen hoy con la ausencia de mujeres, tras cuatro años de educación mixta. Sin reforma educativa integradora, ellas militan en el Serafina Dávalos, otro espacio de integración que poco y nada puede hacer.

Por Miguela Benítez Fariña
En el Colegio Nacional de la Capital (CNC) se perciben reminiscencias del siglo veinte. Desde la estructura del edificio, remozado por Itaipú con el respeto por el estilo, hasta la negación de las mujeres.
Mixto desde el 2004, con 1.100 alumnos, el 60% de hombres y el 40% de mujeres, el CNC todavía no se aggiornó a los nuevos tiempos. La escasa incorporación femenina a la vida institucional es chocante, si bien hay delegadas de curso y unas que otras presidentas de academias, como la de química y literatura.
“El trabajo de equidad de género llega con los profesores. Todos hacemos hincapié en que cada alumno/a tiene los mismos derechos y obligaciones, pero no es fácil hacerles entender eso a los alumnos más antiguos”, explica Manuel Velázquez, director general del CNC desde el 2005.

LAS ELECCIONES
Para los hombres es una realidad la presencia de las mujeres, pero frenan su incorporación a los centros de poder. Hoy, en las votaciones del centro de estudiantes 23 de Octubre, ellas sólo podrán observar la tradicional elección. Nelson Villalba Ramírez (17), el actual presidente por el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), dice que votan quienes están inscriptos y como no hay ninguna mujer inscripta, obviamente no puede participar. La gran mayoría de las mujeres consultadas argumentan que no presentan su solicitud de socias porque saben con certeza que serán rechazadas.
“Estamos juntos desde el principio, no hay choques”, argumenta Villalba, que este año culmina la secundaria y aspira a ser abogado.
“Las mujeres crearon el Serafina Dávalos para ser mejor atendidas”, dice Óscar Orella (17), el candidato del FER, un movimiento con 37 años de antigüedad en el colegio.

LA DISTANCIA
“Nosotras hicimos un centro aparte, pero ellos nos apoyan”, cuenta Ruth Pavón (17), una de las candidatas del Serafina Dávalos, cuya fecha de elecciones no está aún definida.
Pavón, estudiante del último año de la media y futura política o licenciada en hotelería y turismo, está de acuerdo con los centros paralelos, dice que está todo bien, que no hay discriminación, que los varones y las mujeres son uno en el colegio.
En el patio, sin embargo, varían las opiniones. Hay chicos y chicas conversando y riendo en los recreos, lo que no significa que a la hora de ejercer el poder sea tan fácil para ellas. “Todavía estamos muy discriminadas”, se queja Fátima Caballero (16), del segundo del Bachiller Técnico de Contabilidad (BTC).

NADA DE CHIROLERAS
“A la banda lisa por ejemplo no se puede entrar. No se podrá desfilar este año”, cuenta Fátima, decepcionada porque no será chirolera. En el colegio están de acuerdo, pero salvo el palo mayor de la banda lisa, todos los demás miembros se oponen. Las mujeres no existimos”, dice ofendida.
“Los chicos tienen sus novias aquí, pero igual discriminan. Este año íbamos a desfilar, pero nos rechazaron”, se lamenta Ingrid Rodas (16), otra que sueña con ser chirolera del CNC. “Nuestro centro de estudiantes no hace nada por nosotras. Prometen defendernos en las elecciones, pero luego se quedan calladas”, asegura.
Y Nelson Villalba, el actual presidente del 23 de Octubre, apoya la decisión de la bandalisa del colegio. “La verdad es que no queda muy lindo. Sobre todo lo de las mujeres con las polleras muy cortas”, expresa vestido de uniforme de gala, con remera, camisa y pantalón blancos, cinto tricolor, botas negras de fajina y la infaltable insignia.
La situación del Colegio Nacional de la Capital –fundado por Benjamín Aceval en 1887– es un poco la representación en chiquito de la sociedad, emerge de la casa, de la calle, de la ciudad, está convencido Eduardo Sánchez, sicólogo de la institución. Para Manuel Velázquez, el director general, es imposible frenar la nueva mentalidad que llega, chicos y chicas provenientes de instituciones mixtas, con ideas diferentes, que asumen que la convivencia del colegio se representará en diferencias instancias de sus vidas, con la mujer como compañera y no como enemiga.

Centros paralelos y enseñanza mixta
En el Colegio Nacional de la Capital hay dos centros de estudiantes: el tradicional de los hombres, 23 de Octubre, y el Serafina Dávalos. El nombre causaría sin duda bastante disgusto a la abogada y feminista paraguaya de tener en cuenta sus pensamientos, a favor de la integración de la mujer en los diferentes ámbitos. “La idea de ver a la mujer ejecutando actos de ciudadanía es lo que más resistencia ha encontrado siempre entre los impugnadores de los derechos feministas... votar una mujer por tal o cual candidato al Congreso, por ejemplo, es el acabose, como si se tratase de algo muy superior y misterioso que sólo el alma del varón puede percibir...”, decía Serafina en el siglo pasado.

La amenaza por el poder
En el 2004, era de padres valientes y alumnas corajudas acudir al colegio, que limitó la instrucción a los últimos tres años de la media, con las opciones de técnico informático, en contabilidad y diseño gráfico, en los turnos mañana, tarde y noche.
Superados los globitos de agua, todavía siguen rebotando en el cuerpo de las chicas aisladas bolas de papel al recibir alguna felicitación por sus méritos o cuando se acercan para izar la bandera, lugar que se ganaron desde su incorporación. Las agresiones casi siempre son anónimas y no están libres de las amenazas verbales en los pasillos, en las clases, reconoce el director general, Manuel Velázquez, que autoriza las actividades del Serafina Dávalos, un espacio exclusivo de mujeres, en vista de que no están asociadas al centro de estudiantes 23 de Octubre.