EFE
RÍO DE JANEIRO, BRASIL
Los nuevos alcaldes de los 5.563 municipios brasileños asumieron sus cargos tras las elecciones del pasado octubre, transformando así el mapa político del país y con el duro reto de desarrollar sus regiones a pesar de la crisis.
En esos comicios, el oficialismo se impuso en cerca del 60% de las circunscripciones, aunque sufrió un serio varapalo en varias capitales y en especial en Sao Paulo, el mayor colegio electoral del país y en cuya campaña se implicó personalmente el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
En Río de Janeiro se llevó el gato al agua Eduardo Paes, un joven político del oficialista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) con perfil de tecnócrata, cuyo único objetivo es introducir orden en una de las ciudades más caóticas del país.
Paes demostró su urgencia en ponerse a trabajar al adelantar su toma de posesión, el más tempranero de todos los programadas en las grandes ciudades brasileñas.
Al igual que el presidente electo de EEUU, Barack Obama, Paes formó un “equipo de transición” que elaboró un paquete de medidas que mismo se tradujeron en decretos que, entre otros objetivos, buscan corregir el desorden urbano y frenar las elevadas tasas de criminalidad en Río.
La crisis económica estará presente en la gestión de los nuevos alcaldes, puesto que el Gobierno ha pedido austeridad a los ayuntamientos y podría barajar cortes en la transferencia de presupuestos, para evitar recortes en los grandes proyectos de infraestructura de la administración central.
El nuevo alcalde de Río ya anunció recortes en los gastos corrientes de su administración y sentó las bases para crear una agencia que cuide de la gestión eficiente de las cuentas públicas municipales.
En Sao Paulo, la candidata de Lula, la ex ministra de Turismo Marta Suplicy, fue derrotada por el actual alcalde, Gilberto Kassab.
Kassab es ahijado político de un presumible candidato a las elecciones presidenciales de 2010, el gobernador de Sao Paulo, José Serra.