Luana Narvaja decidió ponerle a su hija el nombre “Victoria”. Su llegada significó justamente eso. Antes de estar con ella, seis embarazos no llegaron a buen término.
“Después de idas y venidas en tratamientos, en Chile me dijeron que en vista a mis antecedentes, debo hacerlo a través de un in vitro”, comenta. Aunque fue difícil, aceptó intentarlo.
“Lastimosamente después me dan la noticia de que los tres embriones que habían quedado para ser estudiados venían con problemas cromosómicos. Me sentí vacía más que nada. Era una frustración como mujer”.
Sin embargo, su perseverancia y su fe fueron su fortaleza. “Cuando le pedí a Dios que se haga su voluntad –esa fue la palabra que usé– ese mes me embaracé”.
El proceso de embarazo fue estar en alerta semana tras semana, hasta que pudieron cantar “Victoria”. “Se cumplió mi sueño de ser mamá”, expresa mientras sujeta fuerte en sus brazos a su hija.
Tenacidad. Fátima Benítez dio a luz a su niña Zoe de manera prematura. El diagnóstico de preeclampsia y doble circular de cordón hicieron que su nacimiento se concrete a las 30 semanas y la derive a terapia por 54 días.
“Cuando nació escuché su llanto tan despacio, la vi solo un momento y ya fue a terapia, tan chiquitita. Lo único que quería es abrazarla, besarla y no podía”, expresa Fátima mientras la voz se quiebra.
En uno de los días que entra a ver a su hija, observa que la niña empieza a ponerse morada. Con reanimaciones e intensa oración, logran estabilizarla. “Le pedía a Dios que le deje conmigo. Después, todos los días le hablaba a Zoe, diciéndole que era fuerte, campeona y que pronto íbamos a estar en casa. Así fue y hoy puedo contar la historia”.