14 feb. 2025

Elevar el corazón a las riquezas de Cristo

Hoy meditamos el Evangelio según san Marcos 10, 17-27. “Para Dios todo es posible”. La santidad que Jesús pide a cada uno es un don de Dios que requiere la apertura de un corazón desprendido de las riquezas.

¿Cómo entrar en la vida eterna? No es una cuestión de logros personales o de estatus social. Se trata de acoger a Dios, como un niño (cf. Mc 10,13-31). En este horizonte, el joven rico pregunta a Jesús cómo heredar la vida eterna. Sin mostrar su condición divina, Cristo invita a guardar los mandamientos.

El joven los está cumpliendo. Jesús lo mira con ternura, y le anima a vender sus posesiones para dárselas a los pobres. No todos los primeros cristianos lo hicieron, pero a eso Cristo llama este joven quien, sin embargo, demasiado apegado a sus bienes, carece de generosidad. Lo que Jesús pedía era posible (cf. Mc 10,29-31), pero requería una gran fe y un corazón abierto.

El joven se va triste. Apegarse a las cosas materiales es una idolatría. Ocupa la mente y paraliza la libertad de amar a Dios. El desprendimiento, en cambio, eleva al alma y la abre a los demás. La fe es mucho más valiosa que el oro (cf. 1 Pe 3-9): permite acoger las riquezas de Cristo, la vida eterna. Pero cuesta, y es lo que Jesús ilustra hablando con la imagen del camello y de la aguja. Cualquiera sea la exégesis del texto, significa que darse del todo cuesta. Pero, para Dios, todo es posible. También para un niño, que tiene toda la vida por delante. Pidamos al Espíritu Santo esa juventud del alma que abre a la aventura del amor: la entrega a Dios y a los demás. La santidad es, para todos, una exigencia radical –no admite dos velocidades–, al mismo tiempo que, para cada uno, responde a una llamada personal única.

(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/gospel/evangelio-lunes-octava-semana-tiempo-ordinario/).