Hoy puede ser una buena oportunidad para que examinemos nuestra postura ante el Señor cuando, en nosotros o en aquellos que más queremos, se hacen presentes la desgracia y el dolor. Dios es siempre Padre. También cuando nos visitan la aflicción y el pesar. ¿Nos comportamos como hijos agradecidos en la abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad?
El libro de Job «pone con toda claridad el problema del sufrimiento del hombre inocente: el sufrimiento sin culpa. Job no ha sido castigado, no había razón para infligirle una pena, aunque haya sido sometido a una prueba durísima». Después de esta prueba, Job saldrá fortalecido en su virtud, que no dependía de su situación acomodada ni de los grandes beneficios que había recibido de Dios.
Con todo, «el libro de Job no es la última palabra sobre este tema. En cierto modo, es un anuncio de la Pasión de Cristo» lo único que puede dar luz a este misterio del sufrimiento humano, de modo particular al dolor del inocente.
En una homilía, el papa Francisco dijo: “Jesús enseña a los apóstoles a ser como niños. Los discípulos peleaban sobre quién era el más grande entre ellos: había una disputa interna... el carrerismo. Estos que son los primeros obispos, tuvieron la tentación del carrerismo. ‘Eh, yo quiero ser más grande que tú...’. No era un buen ejemplo que los primeros obispos hagan esto, pero era la realidad. Y Jesús les enseñaba la verdadera actitud, la de los niños.
La docilidad, la necesidad de consejo, la necesidad de ayuda, porque el niño es precisamente el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir adelante... Este es el camino. No quién es más grande. Los que están más cerca de la actitud de un niño están más cerca de la contemplación del Padre.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net/op/articulos/6342/es-cuestin-de-fanatismo.html)