–¿Cuál es su análisis de lo acontecido con la ex senadora opositora Kattya González en el Senado?
–Hay aristas que pueden ser objetos de análisis y ponderarlos adecuadamente. Hay muchos aspectos a considerar en ese tema. Uno es que el propio escenario de senadores y diputados se ha convertido en un lugar no precisamente de exquisiteces, sino de vulgaridad y de tratamientos de temas que realmente no interesan al país. Se ha banalizado la institución. Pero, de todos modos, es nuestra institución y nuestro Congreso, y ahí están nuestros representantes. Por otra parte, debemos entender que, con relación al juego de equilibrio de poderes, el Congreso en reiteradas ocasiones se ha excedido en su competencia.
–¿En qué sentido?
–Anteriormente era el Congreso el que disponía la continuidad o no de los ministros de la Corte, sin tener competencia. Hoy pretenden dejar sin investidura a un par, y tanto diputados como senadores no tienen competencia para hacerlo.
–¿Por qué?
–Porque si es por insania o por una dificultad mental que la Corte dispone, entonces lo único que hace es completar la disposición de la Corte. Si es por un hecho delictual, es porque tiene que ser la ejecución de una sentencia. No de otra manera. Y si es por renuncia, es por la voluntad de quien la presenta. El Congreso no tiene facultad para dejar sin investidura a ninguno de sus miembros. No debe entrarse siquiera en la discusión de las mayorías, porque de la misma forma los nueve ministros de la Corte, por más de que exista mayoría de los ocho restantes, no puede excluir a su par noveno. Estas son cosas elementales y están previstas y muy claras; lamentablemente, tenemos juristas sastres, que interpretan la Constitución y se vuelven constitucionalistas, a veces sin leer siquiera las fundamentaciones básicas, y eso está mal. Tiene que volver la sensatez, volver el equilibrio para que esta democracia funcione y el recíproco control también funcione.
–Un Congreso banal, como lo ha dicho, y la baja calidad de la representación parlamentaria, al parecer, están más vigentes que nunca. ¿Por qué cree que pasa eso?
–Es lo que tenemos. Pero lo que hay que procurar es, por lo menos, no demostrar. Porque también esto implica un ejercicio, no se aprende de la noche a la mañana una conducta porque la democracia no es solamente declaración, es un estilo de vida. Hemos perdido ciudadanía por falta de ejercicio en nuestras casas, es nuestro servicio educativo y en nuestras comunidades en general.
–¿Cómo queda nuestra institucionalidad ante los ojos extranjeros?
–Yo no creo que trascienda demasiado. No es un acontecimiento de tal magnitud que pueda afectar. Lo que tenemos que hacer es tratar de ver, de corregir, de tener la suficiente grandeza de las otras instituciones, de aceptar los errores y recomponerlos. Porque en eso consistirá la fortaleza que debemos tener como nación. Obviamente, estamos llenos de errores, pero es tan obvio por qué hay que tener la sensatez de corregir estos errores.
–¿La Corte debe expedirse rápidamente sobre la acción planteada por Kattya González?
–Debería hacerlo, pero no creo que tenga el coraje suficiente para hacerlo. Porque para mí es una cuestión muy clara, y yo al día siguiente ya me expediría diciendo que senadores y diputados no tienen competencia para este hecho, y repongo inmediatamente a la senadora; pero no sé si este hecho va a suceder, van a entrar en las cuestiones de chicanerías, si la mayoría, si el reglamento, cosas que no van al caso.
–La oposición busca restituirla, pero aún no cuenta con los votos.
–Puede hacerlo. Se puede rever, los errores se corrigen. Lo que pasa es que hay una mezquindad tan grande en la dirigencia de la oposición y, como consecuencia, el Partido Colorado, que tiene una mayoría, podría estar tranquilamente cruzándose de brazos y sentado en la butaca que quiera, pero hoy se está creando una posible composición de una oposición; pero no veo que los dirigentes tengan la grandeza de hacer renunciamientos para que de las ventajas particulares se saque la ventaja común y conformar un grupo suficientemente fuerte para considerarse oposición. No lo veo. No hay vuelo ni grandeza de los llamados líderes.
–Se habla mucho de la supuesta intención cartista de volver a instalar la enmienda constitucional para habilitar la reelección.
–Absolutamente de ninguna manera es el momento político para eso. Ese es el error que pueden cometer nuestros dirigentes. Tienen que tener una visión un poco más allá de sus narices. La vida comunitaria no se realiza en un lapso de cuatro o cinco años, tiene proyecciones. Y hoy no existe el clima adecuado para que se pueda hacer eso. Nuestra Constitución es buena. Tiene errores, obviamente, pero no abramos los cauces que después no tengamos la capacidad de contener.
–¿Qué piensa de la inamovilidad de los ministros de la Corte Suprema?
–Yo siempre fui muy claro en esto, para mí la inamovilidad no existe, es una trampa. No se puede otorgar a estos magistrados inamovilidad. No se logró nada con la inamovilidad hasta hoy, no se logró mayor independencia, mejor Justicia, más garantías, de ninguna manera. Acá hay que hacer valer el hecho del fenecimiento del mandato y la no tácita reconducción. Entonces, todos aquellos que estén en esa infracción deben salir. Tiene que ser renovada. Busquemos a mejores hombres y si no funcionan volver a sacarlos. Ese es el ejercicio que debemos hacer. No es posible que se tome el tope de la edad como duración del mandato. Los integrantes de la CSJ son parte del Gobierno y ningún integrante del Gobierno tiene un mandato mayor a cinco años. Y si, como magistrado, quieren ser inamovibles, que lo sean, pero como ministros de la Corte no. Es muy simple.
–¿Qué opina de que una ex ministra de la Corte, que luego se volvió política, tome ahora las riendas del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados?
–Yo le pido grandeza a las personas. Hay que saber los límites de uno. Hay cosas que hay que poner límites. Nadie es imprescindible.
–¿Por qué sigue tan campante la vieja práctica política de utilizar el Estado para ubicar a hijos y parientes?
–Es que somos así. La sociedad necesita arreglarse. No hacemos una autoevaluación. El concepto de compromiso con la patria es muy flojo. Y en esto, lamentablemente, nuestros obispos no han contribuído.
Jurista. José Altamirano es abogado laboralista y socio fundador del Estudio Jurídico Altamirano y Asociados. Ejerció la docencia durante más de 25 años en la Universidad Nacional de Asunción y en la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Del 2004 al 2009, fue ministro de la Corte Suprema.