–¿Apareciste en el lugar exacto en donde, según ensayaban, tenías que estar?
–Uno va a buscar con todas las ganas siempre en los centros. Berizzo, Altamirano, Hernán (Díaz). Siempre íbamos. Berti le pegaba bien. Él sabía que nos gustaban las pelotas abiertas, así como se dio en esa jugada. Nunca fui de atacar en el primer palo. En mi caso, siempre del medio para atrás. Ahí tenía más eficacia, me quedaba el tiempo para poder saltar antes que ir a peinar, a buscar la pelota justa. En el segundo palo siempre tenía más posibilidades.
–¿Hubo alguien que influyera en tu manera de saltar o es algo que lo trajiste contigo?
–Creo que es una cosa innata. Para mí cada jugador viene siempre con algo. En mi caso tuve la particularidad de poder saltar bien. Después se trabaja el salto, entrenando situaciones. Pero lo que hice en toda mi carrera deportiva es, simplemente, aprovechar eso con lo que vine que es poder elevarme muy bien. Sobre todo, desde el mismo lugar en donde estaba parado, sin mucho espacio, elevarme y tener buen salto.
–Sin tomar impulso.
–Sin tomar impulso.
Ayala conocía, como todo futbolista de élite, las potencialidades de su cuerpo y de su oficio. Había caído la noche sobre Buenos Aires cuando de un cabezazo (elevada la suya por sobre el capitán de Boca, Néstor Fabri), puso el 3-3 final aquel 23 marzo de 1997, en un celebrado empate. Sí, celebrado, dice el autor del gol: “Por cómo se dio el partido. Repito que fue raro, porque nosotros a los 45 minutos pudimos haber ganado con esa que el Pipa (Leonel) Gancedo tiró encima del travesaño. Así como podíamos haber perdido 6, 7 a 0”, sintetiza.
Salto y formación
—¿Hay alguien en el fútbol paraguayo o internacional en quien identificás tu manera de saltar y atacar el balón?
—Al que siempre le miré, si bien no tuvo la posibilidad de jugar aún en la Selección, es Gustavo Velázquez. Me gusta mucho su forma de saltar, similar al mío. Salta muy limpiamente, un salto desde el lugar; con espacio, mucho mejor. Un salto limpio, le llamo.
—¿Cómo definirías ese salto?
—Es uno en que se aprovecha bien los espacios, en que necesitás ser rápido. Trabajaba mucho en mi reacción cuando jugaba, en la velocidad. Cuando uno juega en equipos grandes, sabe que siempre te van a salir buscar el partido y queda espacio atrás. Entonces uno se las tiene que arreglar. Antolín (Alcaraz), por ejemplo, sigue manteniendo su salto a pesar del tiempo. Es uno a quien le veo con un salto importante. No le atosiga al rival. Paulo (Da Silva) mismo sigue manteniendo su salto y su cabeceo.
Para Chito no hay demasiado secreto, además de venir bien dotado genéticamente para el fútbol: la formación. Fruto de una escuela de fútbol, el 79 veces internacional por la Selección Paraguaya insiste: “Los chicos tienen que aprender. Hay que darle ese tiempo en las formativas”, insiste.
Indagado si el fútbol paraguayo ha ido perdiendo su buen juego aéreo, su cultura futbolística tradicional, complementa: “Perdimos mucho nuestra esencia que era el buen salto, la marca rígida, esa actitud para salir y morder. La perdimos un poquito con el tiempo. En el fútbol paraguayo, en general. Nos fijamos mucho en Barcelona, en el toque por abajo. Está lindo, no digo que esté mal, pero no me parece cambiar toda nuestra cultura futbolística”.
Su voz se pone serio otra vez en el teléfono. Está a punto de hablar del puesto en el que fue un excelente futbolista y se nota en el tono. Analiza: “Centrales jóvenes que resalten no hay mucho. Hoy sentimos eso en la Selección. ¡Lo mismo nos pasa con los centrodelanteros! Estamos sufriendo mucho en esas dos partes. Están saliendo poco. Hay que laburar más en divisiones inferiores.
LOS TÉCNICOS
De aquel plantel de Ramón Díaz, hoy varios son directores técnicos. Marcelo Gallardo, de hecho, encarna la tradición de Díaz, modernizada y tan exitosa o más que la de Ramón. De entre los que trabajaron o trabajan en Paraguay, Berizzo dirigió también en Chile y en España y ahora aguarda su prueba de fuego con selección, heredero más bien de la línea de Marcelo Bielsa. Leonardo Astrada fue en dos oportunidades técnico de Cerro Porteño, al que llevó a semifinales de Copa en 2011. Santiago Solari no pudo demostrar su evolución técnica en el Real Madrid, cuando fue puesto a prueba.
Celso Ayala fue campeón en segunda división con Independiente de Campo Grande, en 2016. Entrenó en dos clubes de Bolivia. Todavía no entrenó a uno de los grandes de Paraguay, pero su nombre ha sonado siempre en Olimpia. ¿A qué entrenador se siente cercano en sus maneras, Celso Rafal Ayala? ¿A Ramón Díaz?
Ríe: “Son gustos. Sí, de esa época han salido muchos entrenadores. Algunos entrenan, de otros no se sabe mucho. De la camada de la Selección también hay varios entrenadores. Todo pasa por el gusto y la trayectoria. Ramón está ahora en un equipo importante, Berizzo está en la Selección. Pero nosotros tenemos buenos profesionales, profesionales de confianza. Lo que hay que hacer es darles partidos. Ojalá en algún momento los entrenadores nacionales tengan la posibilidad de dirigir de nuevo a la Selección. Últimamente, nos fijamos mucho afuera. Unos van a tener éxito y otros no, como en cualquier lado.
—¿Pero te sentís futbolísticamente cercano a Ramón o a Berizzo?
—Me siento cercano a los dos. Con Toto tenemos una amistad muy importante, somos de charlar y hablar de todo. Con Ramón lo mismo. Ganamos y vivimos muchas cosas juntos. Podemos charlar y conversar de cualquier tema. Uno es de agarrar cosas de los dos. Uno mira y le sirve algo siempre. Tengo una manera de dirigir, también. En mi caso vivo mucho los partidos.