Llegó marzo para acallar otra voz en la frontera. Gerardo Servián, locutor de radio Ciudad Nueva 103.1 FM, de la ciudad de Zanja Pytá, murió acribillado por sicarios en Ponta Porá, Brasil. Es el cuarto periodista ejecutado por asesinos a sueldo durante el gobierno de Horacio Cartes.
Sus familiares sostienen que hay un trasfondo político, mientras que las autoridades paraguayas aseguran no saber cuál pudo haber sido el móvil del crimen.
Saliendo al paso de las declaraciones de la familia Servián, el intendente de Zanja Pytá, Marcelino Rolón, emitió un comunicado para informar que su sector político no tuvo nada que ver en el asesinato del radialista. Todo esto se da en medio de caldeados tiempos electorales en el distrito más nuevo de Amambay.
Llegó marzo para recordarnos que la frontera, como la historia, se repite inexorablemente. Servián falleció a 200 metros de la línea internacional, aquella tierra de nadie que también vio caer con dignidad a Santiago Leguizamón, otro locutor paraguayo que murió por las balas de la mafia.
Como tantos otros crímenes de periodistas, se habla de la autoría moral de políticos. Tan solo meses atrás, Pablo Medina también fue ejecutado en Canindeyú porque sus publicaciones molestaban al intendente del desolado municipio de Ypejhú.
Justamente por este caso fue detenido días atrás en Brasil el político colorado Vilmar Neneco Acosta. La impunidad fue el denominador común en la gran mayoría de los homicidios de periodistas desde la transición de 1989. Hasta ahora, nunca fue condenado un autor moral. Por eso, la captura de Neneco aún no es garantía de justicia.
Los últimos cuatro homicidios a comunicadores se dieron en localidades cercanas a Brasil, en los departamentos de Canindeyú, Amambay y Concepción.
No en vano días atrás el Comité para la Protección de los Periodistas alertó que la frontera brasileño-paraguaya se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo en el hemisferio occidental.
A pesar del escándalo que generó la muerte de Pablo Medina, para la mafia fronteriza asesinar a un periodista sigue siendo un acto que no genera mayores complicaciones. Esto se da por el evidente cobijo que los criminales encuentran en los políticos locales y la estructura judicial.
El modus operandi de la mafia se repite a lo largo de la línea fronteriza: sigue siendo más fácil matar al mensajero.