El Pontífice celebró la misa de hoy, como todos los ritos de esta Semana Santa, en la llamada cátedra de San Pedro, situada en el ábside central de la basílica, ante los cardenales y obispos presentes en Roma y cerca de 200 fieles, todos ellos con mascarilla y guardando la distancia de seguridad en los bancos.
Con la basílica en total oscuridad, esta sugestiva celebración comenzó con la bendición del fuego que encendió el llamado cirio pascual, con el que se prendieron después las velas que llevaba el Papa y todos los presentes.
Posteriormente, en total silencio, la basílica se iluminó para anunciar que Dios ha resucitado y el Papa y los concelebrantes llegaron en procesión hasta el ábside de la basílica, donde se encuentra el grupo escultórico que representa el Trono de San Pedro y que fue creado por Gian Lorenzo Bernini.
Y en una plaza de San Pedro totalmente vacía por el confinamiento que vive el país, sonaron las campanas para anunciar la resurrección.
En su homilía, el Pontífice comenzó, como es la tradición, recordando el episodio de las mujeres que acudieron a ver el sepulcro donde se enterró a Jesús y lo encontraron vacío y este episodio le llevó a Francisco a hacer tres “anuncios” de Pascua a los fieles para devolverles la esperanza en estos tiempos.
El primero es que “siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos”.