El tema de los niños “pirañitas” no pasa de la mesa de trabajo, en la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia. Según la ministra, Victorina Ruíz Díaz de Espínola, están en el proceso de diagnóstico.
La situación de los niños “pirañitas” se visibilizó en el 2006, en algunas zonas de Asunción y en el área metropolitana, lo que impulsó la creación de una mesa de trabajo, con Policía Nacional, el Ministerio del Interior, el Departamento de la Familia, la Fiscalía y la Defensoría, explicó Victoriana Ruíz Díaz de Espínola, ministra de la Niñez y la Adolescencia.
En el trabajo, integrado también por organizaciones no gubernamentales y las iglesias, se involucran instituciones como Plan Paraguay, MPDL, Unicef Paraguay y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a decir de la ministra, para quien, en la investigación de la secretaría, lo único claro es que son los adultos quienes convierten en víctimas a los niños. “Los adultos son los delincuentes. Estos niños y adolescentes son víctimas de estas ambiciones”, aseguró.
Las edades de los chicos protagonistas de la reciente modalidad delincuencial oscilan entre nueve a catorce años, según los grupos encargados de realizar el trabajo de calle, durante el día y la noche, explicó Victorina Ruiz Díaz de Espínola.
“Los niños con los que hemos hablado nos han manifestado que reciben concretas orientaciones de que son inimputables y aprovechan esa situación. Tienen claro que no pueden pasar más de seis horas en la comisaría, por ejemplo”, detalló la responsable de la secretaría, consciente de que se debe fortalecer el sistema nacional de protección integral, con los consejos departamentales, las Codenis, un trabajo que se está haciendo, aseguró.
“En la medida en que las acciones se visibilicen, estos grupos van a estar disminuyendo”, dijo convencida la responsable de la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia.
¿Pero qué acciones concretas se han tomado?, se le preguntó. “En este momento, esos grupos están controlados”, respondió, lo que dista un poco de la realidad, teniendo en cuenta los últimos asaltos de los menores, incluso extendidos a domicilios privados.
La ministra de la Niñez y la Adolescencia promete este año programas de prevención, de promoción, de difusión de derechos y también de atención, para quinientos niños del Barrio San Felipe. “A través de la Fundación Teresiana, desarrollaremos un programa de restitución de derechos, con apoyo escolar. Tendrán así la oportunidad de ejercer su derecho a la salud, a la educación, a la recreación, y también facilitarle una alimentación saludable”, detalla Ruiz Díaz de Espínola.
Con Don Bosco Róga, planean contrarrestar y disminuir la prevalencia de la niñez en calle, especialmente aquellos chicos que no tienen ninguna vinculación familiar, cuenta.
Y con estos grupos que están saliendo a la noche, ¿qué piensan hacer? “Y acabo de explicarte, estos grupos de trabajo salen en primer lugar para identificar los focos”, replica la ministra.
–¿En qué instancia están ahora?, se le insiste a la responsable de la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia. “Es un proceso de carácter técnico, procesual. En la primera oportunidad, generalmente, ellos no cuentan nada. “Nosotros estamos nomás, esperándole a nuestra mamá”, dicen, por ejemplo. Pero, a lo mejor, mañana ya cuentan ser del grupo que está operando, como está aconteciendo: “Sí, nosotros fuimos los que estuvimos en el Sheraton”, confiesan, por ejemplo.
Los chicos, abordados sana y respetuosamente, deslizan, en algún momento, toda la información. Pero, sobre todo, rescata Ruiz Díaz de Espínola, está el interés superior del niño. “No podemos violentarlos. Debemos ofrecerles programas concretos. Por ejemplo, todos ellos pueden estar sujetos a las becas Diben, o el acceso a centros abiertos de atención que ofrece Abrazo. Queremos darles otras alternativas, no sólo trabajar con ellos sino con sus familias”, explica.
Para Callescuela, vamos camino a las pandillas
Para Norma Duarte, trabajadora social y educadora de Callescuela, el problema de los niños “pirañitas” y muchos otras modalidades pasan porque en nuestro país se reacciona sobre las consecuencias.
Veinte años atrás, recuerda Duarte que se horrorizaba de que en los subterráneos de Buenos Aires hubiera niños pequeños ofreciendo estampitas a cambio de unas monedas.
Hoy, ese fenómeno de la limosna en los colectivos se ha instalado totalmente en el país, y los resultados económicos no son alentadores. Cada vez hay menos personas que “colaboran” con los chicos. Y el riesgo es que su adolescencia, cargada de frustraciones de todo tipo, está a la vuelta de la esquina.
FENÓMENOS EXPORTADOS. En Perú, el fenómeno de los niños “pirañitas” lleva años, mientras que en Brasil los niños de las Favelas forman parte del paisaje carioca.
En Paraguay, la aparición de niños/as adolescentes “pirañitas”, que no nacieron malos, puede ser una señal del inicio de otras modalidades más graves, como las pandillas, dice preocupada Duarte.
“Con las pandillas todo es más peligroso, porque consumen drogas, manejan sus propios códigos y además son un poco más grandes”, destaca la trabajadora social, para quien no es imposible que en el país puedan aparecer las maras (organizaciones juveniles violentas) o los grupos similares a los de Colombia.
SUS ORÍGENES. La respuesta inmediata de todo está en la familia, considera Duarte. “Son núcleos familiares minados, destruidos en muchos de los casos. Los chicos sinceramente están mejor en las calles que en sus propias casas. Y así es que salen a delinquir. Pero encerrarlos no va a hacer que termine la delincuencia, todo lo contrario. Tenemos que revisar nuestro modelo de país. Hay responsables, institucionales: El Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, el Gobierno”, dice tajante la educadora, para quien detrás de cada niño hay un adulto que los organiza.