19 jul. 2025

El Magnificat. La humildad de María

Si sentimos que a pesar de nuestra lucha, aún nos puede el egoísmo, miremos hoy a la Virgen para imitarla en su generosidad y poder sentir la alegría de darnos y de dar. Necesitamos entender mejor que la generosidad enriquece y agranda el corazón y la posibilidad de recibir; el egoísmo, por el contrario, es como un veneno que destruye, con lentitud a veces y siempre con seguridad.

Junto a María percibimos que Dios nos ha hecho para la entrega, y que cada vez que nos “reservamos” para nuestros planes y para nuestras cosas, a espaldas de él, morimos un poco. “El Reino de Dios no tiene precio y, sin embargo, cuesta exactamente lo que tengas (...). A Pedro y a Andrés les costó el abandono de una barca y de unas redes; a la viuda le costó dos moneditas de plata...”. Todo lo que tenían, como en nuestro caso.

Lo “nuestro” se salva precisamente cuando lo entregamos. La generosidad con Dios se ha de manifestar en la generosidad con los demás: lo que hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis.

En un mensaje, el papa Francisco dijo: “Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras.

“Visitar” comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.

La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo.

No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva.”

(Extractado de Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net/op/articulos/11751/cat/504/la-humildad-de-su-esclava.html)