El ex vicepresidente Dick Cheney tuvo que cambiar el sistema de su marcapasos por razones de seguridad. El que él usaba tenía una conexión inalámbrica que permitía al médico controlar cómo estaban el aparato y el paciente; siendo una ventaja, eso abría la posibilidad de un atentado: un hacker podía hacerle llegar una descarga letal.
Una empresa norteamericana instaló, en todos los autos que vendía, un mecanismo que le permitía localizar cada auto e incluso que no funcio- nara si el dueño dejaba de pagar sus cuotas. Un hacker se enteró del asunto, entró en el sistema, y volvió locos a los dueños, incluso a los cumpli- dores, haciendo sonar la boci- na en altas horas de la noche.
Las casas se vuelven inteligentes: pueden prender y apagar las luces, regular la calefacción y poner en marcha los regadores sin intervención del propietario. Eso tiene grandes ventajas, pero también el inconveniente de que el sistema puede fallar o lo pueden hacer fallar deliberadamente.
Hasta no hace mucho tiempo, internet era algo limitado a las computadoras; de más en más nos acercamos al internet de las cosas, o sea, al sistema en que los seres vivientes y los objetos físicos están interconectados, dice Marc Goodman en su libro Crímenes del futuro (Future Crimes). Sin negar las ventajas de esa interconexión, el autor señala su aspecto negativo: no existe sistema que no se pueda hackear, lo cual crea serios problemas de seguridad. Goodman, precisamente, es un destacado especialista en seguridad en los Estados Unidos.
Los delincuentes usan y abusan de internet para cometer diversos delitos, que van desde el acoso sexual hasta el secuestro, el robo, el vaciamiento de cuentas bancarias, el narcotráfico. En este sentido, por desgracia, están muy avanzados, como siempre lo han estado. En tiempos de Al Capone, cuando no se sabía qué eran las escuchas telefónicas, la mafia tenía un eficiente sistema de pinchazos telefónicos. En el México de hoy, los narcos tienen una flota de drones con alas plegadizas, que pueden pasar desapercibidos en la carrocería de un camión, y transportar hasta cien kilos de droga más allá de las fronteras; vale decir, hacer ganar dos millones de dólares por vuelo.
También los gobiernos pueden utilizar la tecnología para establecer un sistema de control total, que ya existe en países totalitarios, y podría surgir en países que no lo son si no se maneja el asunto con el debido cuidado. No, no se puede negar la importancia de la ciencia y de la tecnología, pero tampoco se la debe usar de manera irresponsable, dice Goodman, en un libro que ha sido best seller y resulta muy esclarecedor sobre el punto.