El efecto derrame del crecimiento puede darse por dos vías. En primer lugar por la generación de empleo decente y con ello, de los ingresos laborales y de la cobertura de la seguridad social. El crecimiento no puede considerarse exitoso mientras la mayoría gana menos de un salario mínimo, solo un tercio de los trabajadores está protegido por algún mecanismo de seguridad social, el 65% trabaja de manera informal, más de 400.000 niños, niñas y adolescentes trabajan, 200.000 jóvenes no estudian y están excluidos del mercado laboral.
La pandemia mostró esta terrible situación y la agravó aún más. Recientemente, el niño trabajador en una olería mostró la gravedad de la situación laboral de las familias y el discurso vacío de contenidos que las autoridades y referentes hacen sobre la meritocracia, el emprendedurismo y el rol del trabajo en el combate a la pobreza.
En Paraguay, a pesar de la alta participación económica de hombres y mujeres, y hasta de los niños, el trabajo no garantiza ni siquiera dejar la pobreza. A pesar de los años de buen desempeño económico, 25% de la población permanece en esta situación y el 40% está arriba de la línea de pobreza, pero es altamente vulnerable a caer por debajo. La clase media es un mito, ya que a pesar de contar con ingresos no está protegida, por lo que una enfermedad o un shock económico la empobrece rápidamente. El deficiente funcionamiento del mercado laboral y la inequidad tributaria impidieron que el crecimiento económico genere los recursos necesarios para que la sociedad avance en sus niveles educativos y de salud. Paraguay invierte menos de la mitad de lo necesario para lograr promedios similares a los latinoamericanos y si quiere cerrar la brecha con los países mejor posicionados debe triplicar la inversión.
Las restricciones fiscales también afectaron a la inversión en infraestructura. La mala situación de las vías terrestres y de los servicios públicos obstaculiza hasta el día de hoy la inclusión económica y social. La agricultura familiar y las mipymes, principales generadoras de empleo y alimentos para el consumo familiar, enfrentan problemas estructurales para aumentar su productividad.
En las ciudades, con cada lluvia se originan enormes pérdidas que permanecen invisibles ya que no se contabilizan a nivel macro, pero se sienten fuertemente a nivel micro. Un joven que tuvo que pedir un favor para venir a Asunción en un avión militar ante la falta de caminos y transporte público es otra de las peores muestras de esta situación, así como el papel de los bomberos voluntarios sin suficiente apoyo estatal a pesar de que protegen vidas y activos públicos y privados.
Seguir hablando de crecimiento sin cambiar los efectos del mismo y hacer que se traduzca en mejores condiciones de vida nos mantendrá en la misma senda, quedando atrapados en un falso exitismo. Necesitamos darle mayor inteligencia al debate.